Capítulo 0: "Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera"

321 30 30
                                    


Si alguien le pidiera a Kim Jongdae que hablara sobre su hermano menor, él diría que Jongin era la luz de sus ojos, un gran amigo, un hermano muy filial, un compañero de juegos divertido... y un pedazo de mierda también.

- ¡¿Te volviste loco o, finalmente, haber aspirado tanta plasticola de chiquito tuvo sus efectos?! - gritó con fuerzas Jongdae haciendo retumbar las paredes- ¡¿Te parece someterme a tus caprichos de idiota y sin mi consentimiento?!

Jongin solo suspiró sintiendo el dolor de cabeza crecer gracias a la voz potente que retumbaba por la oficina y solo rogó para que no se escuchara tanto al otro lado de la puerta. Después de todo, seguía siendo el dueño y presidente de una compañía respetable y exitosa. Volvió a tomar paciencia al siguiente alarido y contó hasta diez antes de contestarle.

- ¡¿Ya me vas a dejar hablar o vas a seguir dejando sordos a mis empleados?! - lo enfrentó pese a su intento de ser diplomático- En primer lugar, sí, me parecería genial que te sometas a mis caprichos; eso nos ahorraría muchas horas de discusión y dinero en jarabe para el dolor de garganta - vio a Jongdae dispuesto a una pelea de lápices con punta y lo detuvo con una señal de espera-. Y, en segundo lugar, si me dejaras explicarte verías que hice esto por tu bien y porque me preocupo por ti.

Ahora sí que Jongdae lo iba a matar y bien muerto. Al fin y al cabo, de qué valía la vida entre dos hermanos si no tenían un par de peleas a muerte al año.

- ¡¿Por mi bien?! ¿Acaso te estás escuchando, Jongin? Lo que un hermano mayor espera de su hermanito, "por su bien", es que le prepare una comida, le haga un tecito o le alcance el papel higiénico que nadie repuso justo cuando se está cagando - inició su caminata dramática de un extremo a otro-. Pero no, acá el señor Kim tenía que hacerse el único y diferente para arruinarme la vida - se escucharon unos golpecitos en la puerta que interrumpieron la queja.

- Adelante, Minseok - permitió Jongin sabiendo que era su asistente multitareas.

Jongdae aprovechó para relajarse en una silla y recuperar su voz. Gritarle a Jongin ya no era como antes; los treinta dos años que cargaba empezaban a pesarle y ese griterío le costaría una buena inversión en caramelos de miel.

Minseok ingresó a la oficina con bandeja en mano y sirvió una merienda que sabía ayudaría a mejorar un poco las cosas. Después de todo, no había que ser un genio para saber que lo que hizo su jefe iba a desatar la ira de Jongdae. El asistente hasta estaba un tanto del lado del hombre que hacía berrinches en su asiento.

- Les traje algo que les gustará- mencionó Minseok con su voz de ángel programada para situaciones peliagudas-; latte para nuestro presidente Kim y un té con limón para Jongdae y su garganta herida - sonrió alegremente.

- Minseokkie, eres un empleado perfecto - sollozó el mayor-. Lamento haberte convertido en el asistente de esta rata - señaló a su hermano con resentimiento- pero, por lo menos, te paga un buen sueldo.

- Ya deja de molestar a Minseok con tus tonterías - pidió el presidente Kim masajeando sus sienes-. Gritas tanto que seguro no lo dejas trabajar en paz - lo picó un poco-. Lamento eso, Seok; gracias por la bebida. Te prometo que intentaremos ser más civilizados - sintió el puntapié de su hermano venir por debajo del escritorio.

- En ese caso, me retiro - saludó con sencillez y se volvió a dirigir a su lugar de trabajo.

Solamente treinta segundos logró reinar la paz y el silencio antes de que Jongdae volviera a traer el tema que lo llevó a la empresa en primer lugar.

- Sácame de tus registros - ordenó-, no pienso hacer esta idiotez, Jongin.

- No es una idiotez, lo estoy haciendo porque quiero verte feliz. ¿Es un delito querer la felicidad de mi hermano favorito? - usó su tono comprador.

Complejo de solteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora