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Tres meses después

Emma salió de la casa de Charlie satisfecha con lo que había hecho, ahora Charlie tendría una gran variedad de comida para recalentar y no vivír a base de las únicas dos recetas que sabía hacer. También le había dejado un regalo sobre la mesa envuelto en una cajita plateada.

Emma no había vuelto a recuperar la audición, y Samael no se había vuelto aparecer, pero estaba bien, se había acostumbrado a no oír y Samael le envía a mensajes de vez en cuando haciéndole saber que se encontraba bien en su guarida, asesinando a pedofilos y a cualquier mala persona que se encontrase.

Tampoco había vuelto a ver a alguno del clan vampiro, a absolutamente ninguno, lo cual agradecía, no es que no les agradará, pero le resultaba un poco incómodo saber que escuchaban todo lo que le pasaba a su cuerpo y que uno de ellos podía leer la mente, según su hermano.

A la vez su relación con Charlie había avanzado al punto de que lo consideraba como un segundo padre, Charlie iba casi todos los días, había aprendido mucho sobre lenguaje de señas, casi por completo, lo cual sorprendía a Emma por las lindas intenciones y por lo rápido que avanzaba. El mayor le había dado algo de alegría a su vida junto a su hermano, y solo deseaba que un día los dos se conociesen.

Esa tarde cuando Emma salió de la casa de Charlie luego de haberle hecho varias comidas para que recaliente caminó hasta su casa. Max, que había crecido enormemente llegandole a la cintura, se encontraba durmiendo en el mismo rincón de siempre en una cama mucho más grande que la que tenía anteriormente. Lo miró por unos segundos y luego subió las escaleras para darse una ducha.

Tenía planeado salir a cenar sola ya que Charlie se encontraba de guardia en la estación de policía, tal vez luego podría ir a pasear por la ciudad. Antes de meterse a la ducha miro la hora en su celular, arriba de ésta se encontraba la fecha, en un mes sería su cumpleaños, cumpliría los 24 años, no quería admitirlo, pero le daba miedo envejecer.

Terminó de bañarse, se plancho el pelo, se colocó un ajustado vestido negro que le llegaba hasta los muslos, tenía un pequeño escote en v y era de mangas largas, tacones negros y un maquillaje de noche con sus labios del rojo mate.

Se miró por unos segundos en el espejo y decidio tomarse una foto, hacia mucho no se arreglaba tanto, se sentía muy linda aquella noche.

-¿Te gusta como me veo? -Le preguntó con diversión a Max quien la miraba con su peluche de hueso en la boca, se acercó y le acarició la cabeza para dirigirse hacia la entrada de la casa.
Antes de salir tomó la cartera negra que Charlie le había obsequiado semanas antes y salió de la casa para empezar a caminar.

Las calles de Forks se encontraban más habitadas de lo normal, como no estarlo, era el día del niño/a, y muchas familias salían a cenar o a dar un paseo. A ella tiempo atrás le hubiera gustado tener un bebé con el que creía sería el hombre con el que se casaría, ahora solo le quedaban los recuerdos de aquel pensamiento.

Emma ya no sentía nada por aquel tipo, Alex solo quedó como un recuerdo vago y lejano, alguien a quien solía conocer, no lo extrañaba, pero si recordaba con ternura aquellos momentos en donde pasaban tiempo juntos, sin embargo, los recuerdos de lo que pasó aquella noche todavía seguía en ella, algo que nunca olvidaría.

Vio a lo lejos aquel restaurante al que había ido semanas atrás con Charlie, no era el que él solía frecuentar, debido a que era un restaurante "muy refinado y caro" según Charlie, pero habían decidido ir y a Emma le gustó. Motivo por el cual se dirigía allí.

-Buenas noches señorita, me llamó Jessica ¿qué desea ordenar? -dijo la mesera que la atendió, ella le sonrió y luego de mirar el menú le nombro el platillo y de tomar un vino blanco, no la escuchó, peros uno lo que había dicho.

Señales | Carlise CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora