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El viento revolvía sus cabellos, levantaba hojas y hacía hablar a las ramas, el bosque en aquel momento se encontraba solo, escuchaba el cantar de los pájaros, y el croar de algún sapo. La casa de los Cullen estaba cerca.

Tenía que hablar con ellos, preguntar qué había pasado aprovechando que Emma estaba en casa con Charlie, había dejado a Charles en el patio de la casa de Emma para que la vigilará. Emma no estaba bien, él y Charles sabían que ella estaba furiosa, notaban su cuerpo tenso y sus respuestas cortantes. Cuando Charlie llegó esa mañana ella trató de actuar lo más normal posible.

Los crujidos de las hojas bajo sus pies lo tranquilizaba, le gustaba pisar las hojas, recuerda cuando era más joven y volvía de su práctica de guitarra por las tardes en otoño, se detenía en las montañas de hojas secas que juntaban las personas y se tiraba encima. Muchas veces volvía a su casa cubierto de trozos de hojas secas y suciedad, a Emma le divertía verlo volver así.

—Hola, Samael —escuchó su nombre, se detuvo bruscamente, Carlise Cullen estaba a unos metros suyo mirándolo recostado sobre un árbol. Sin percatarse había llegado casi a la casa de los Cullen.

—Hola, Carlise ¿cómo estás? —saludo amigablemente, él no iba a buscar pelea con los Cullen, solamente quería saber de antemano que había pasado con Charlie así podría explicárselo a Emma.

—Muy bien Samael, ¿tú cómo estás? —se acercó a Samael con una amigable sonrisa, Carlise ya sabía a lo que él iba, todos los sabían. Alice había tenido una visión, Emma estaba en ella, enojada discutiendo con Samael y Charles sobre que alguno de ellos le había contado la verdad a Charlie. Por ende sabían que Samael iba a ir, para exigir explicaciones.

—Preocupado —respondió Samael, Carlise asintió, caminaron juntos hasta la casa donde los esperaban los demás adentro. Samael aspiraba hondo, le gustaba el leve aroma de Esme en la casa y a su alrededor.

Subieron los escalones lentamente y entraron a la casa, todos se encontraban en el salón. Esme estaba abrazada a Alice, Edward abrazaba a Bella, Reneesme a Jacob, Emmett a Rosalie, y Jasper cerca de una esquina parado con los brazos detrás de la espalda. Samael entró con una caminata firme, dispuesto a obtener lo que quería, quedo a unos metros del umbral de la puerta mirando a todos en el salon, por último su mirada se había posado en Esme, quien también lo miraba, pero apartó su mirada de inmediato. No estaba allí por Esme, estaba por Emma.

La primera en hablar fue Alice.

—Hola Samael, hace meses no te veíamos ¿cómo estás? —preguntó con una sonrisa, Samael le sonrió amigablemente, era una chica muy dulce.

—Estoy bien Alice, gracias. Me alegro de ver que todos estén bien la verdad —contestó, Emmett se separó de Rosalie y caminó hasta él, rodeó su hombro con su brazo y lo hizo caminar hasta el sofá donde se sentaron.

—Y dinos, ¿Samael, cómo está tu hermana? Nos enteramos que hoy es su cumpleaños —preguntó con cautela, aunque ya todos sabían que la neófita estaba furiosa con la situación.

—Físicamente está bien, todavía se sigue adaptando a esta nueva vida, pero lo está sobrellevando como puede. Ahora... anda media angustiada, si se puede decir así. Ayer ocurrió algo —respondió con un suspiró, inconscientemente miró a Esme, esperando a que ella le esté prestando atención.

Ella también lo veía, como todos, pero solo ella y tres de sus hijos sabían que ella seguramente lo miraba de una forma diferente. La figura de Samael en su casa le hacía dar ganas de ir a sentarse a su lado y platicar con él, saber cómo estaba, si se estaba alimentando bien, como se sentía respecto a Emma y su transformación. Pero eso eran cosas que ella no podía permitirse, no podía ser obvia.

Señales | Carlise CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora