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Max saltaba alegremente por el patio delantero de la casa de Charlie. El día aquella tarde se encontraba raramente despejado, no había siquiera alguna nube en Forks, varias personas salían a pasear queriendo aprovechar el bonito día que estaban teniendo.

Emma suspiró, miraba a través de la ventana de la casa de Charlie como el canino perseguía a una mariposa por todo el lugar.

—Emma, ¿estás bien, cariño? —preguntó Charlie a sus espaldas, se giró para verlo y le regalo una dulce sonrisa que él devolvió, él se acercó con un vaso de limonada que había hecho para ella. Era bueno volver a escuchar a Charlie, le daba un calorcito a su ahora, muerto corazón.

—Sí, no te preocupes, solo estoy cansada por el viaje —respondió, tomó el vaso y de un trago lo vacío por completo para evitar sentir mucho su sabor.

—Lo imagino, ayer cuando te vi bajar de aquel auto negro rápidamente fui hacia tu casa para verte y te entretuve toda la tarde que me había olvidado que seguramente te encontrabas cansada.

Emma rió, recordar a Charlie corriendo como un niño pequeño hacia ella le daba demasiada ternura.

—Está bien, luego descansaré —dijo, volvió la vista a Max y luego de nuevo a Charlie— Charlie, de nuevo, gracias por cuidar a Max.

Charlie la miró, desde el momento en que Emma bajo del auto supo que algo andaba mal con ella, su comportamiento había cambiado, sus ojos seguían siendo negros, pero tenían un brillo que no conocía en ellos.

Pero no preguntó, no cuestionó, no quiso saber nada si ella no le contaba. Emma había vuelto y era lo importante.

El motivo que le había dado Emma a Charlie de su viaje repentino fue que le habían concedido una operación de tímpanos para que vuelva a recuperar la audición, y como Charlie no conocía nada respecto a que eso era casi imposible creyó la mentira de Emma. Se había puesto muy feliz al saber que la menor ya podía volver a escuchar, casi lloraba de la emoción cuando Emma lo recibió con la noticia.

—Cuidaría a Max muchas veces más si me lo pidieras —respondió Charlie, Emma acercó su mano al cabello de Charlie, él olía a un antiguo perfume que el padre de Emma tenía en el gabinete del baño.

Charlie se dejó acariciar el cabello, desde que Bella se fue la única distracción de Charlie habia sido el trabajo, hasta que conoció a Emma, ahora ya no le hacía recordar a Bella, porque Emma no era como Bella. La esencia de Emma no se puede comparar a la de nadie más.

Emma era una persona "luz", término que Charlie utilizaba para describir a Emma, mientras que Bella solo era... Bella.

—Voy hacer la merienda —dijo Emma dirigiéndose a la cocina, Charlie la siguió detrás para ayudarla— ¿Te gustaría comer unos tacos?

—Por supuesto —respondió Charlie. Emma empezó a sacar los ingredientes para empezar a cocinar, Charlie a su lado hacia todo lo que ella le ordenaba a la vez que charlaban sobre la supuesta operación de Emma, las supuestas revisiones que se tendría que hacer, etc.

Max ya cansado de perseguir a la mariposa que en ningún momento pudo agarrar se adentró a la casa de Charlie y se quedo acostado en la puerta de la cocina mirando como los dos mayores charlaban alegremente.

Arriba, en la antigua habitación de Bella Swan se encontraba Samael mirando sorprendido algunas fotografías de Bella. Él no sabía hasta ese momento que Bella era la hija de Charlie, se preguntaba entonces si sabía lo que era su hija en ese momento, por ende, de la existencia de los vampiros.

El día para Emma, Charlie y Max pasaba lentamente, disfrutando de cada instante de la compañía del otro, en ese momento solo eran ellos tres, Charlie, Emma y el alegre canino Max. Un trío que la mayoría del pueblo ya conocía. Hasta Bella Swan, de ahora apellido Cullen, que se encontraba en un sofá de la casa Cullen con los brazos cruzados mirando a un punto fijo.

Señales | Carlise CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora