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Carlise se encontraba a un lado de la ventana, Edward y Alice se encontraban detrás suyo con la vista fija en el suelo.

—Por favor, no se lo cuenten a Esme, pase lo que pase, no lo hagan —pidió sin atreverse a mirarlos a la cara. Sabía que no era su culpa, pero se sentía avergonzado.

—Tranquilo, Carlise, todos sabemos que amas a Esme —dijo Edward, Carlise se sintió un poco más relajado—, pero la visión de Alice fue muy clara, la estabas besando.

Carlise no respondió, se quedó pensando en silencio.

—Trataré de evitarla, aunque temo que se anda relacionando con Charlie —dijo luego de unos segundos, a lo lejos vio a Esme llegando de la mano con Renesme y los demás.

—Eso no importa —dijo Alice antes de salir de la habitación.

Los Cullen ya sabían que Charlie sabía de la verdad, Edward leyó la mente de Jacob enterándose de todo, hubo una gran discusión ese día, y a pesar de que Bella quiso ir hablar con su padre Edward dijo que Charlie podría temerle, por lo que prefirieron esperar a que él mismo se presente.

—Tranquilo. Ella no está molesta —dijo Edward, se dio la vuelta y siguió a Alice saliendo de la casa.

Carlise miró al frente, Esme se estaba acercando, fingió una sonrisa cuando su mirada se posó en él y prosiguió a salir de la casa.

—No Samael, no hay ningún hombre que me haya interesado —suspiró, a través del teléfono, su hermano le hacía preguntas respecto al pueblo, los hombres y mujeres de allí, si la trataban bien y demás.

Miró a través de la ventana, la casa de Charlie se encontraba con las ventanas cerradas, el auto tampoco estaba afuera, supuso que estaría trabajando.

—Sí, me cuidaré. Te llamó luego ¿si? —colgó y se aproximó a Max quien durmia tranquilamente en su camita, miró el juguete que le había regalado Charlie un día antes, era un peluche con forma de hueso al que Max podía morder todas las veces que quisiera sin romperlo.

Lo tomó y se lo dejo a un lado de su cabeza, luego fue a la cocina a hacerse algo para comer, opto por unas berenjenas rellenas, empezó a sacar los ingredientes cuando se dio cuenta que no tenía lo esencial, las berenjenas.

—Okey —susurró antes de tomar su billetera, las llaves de su moto, su casco y colocarse sus guantes negros para salir de la casa.

Encendió la moto y arrancó rumbo al supermercado, el día en Forks estaba nublado, como era de costumbre, y las calles estaban abarrotadas de gente, la gran mayoría eran personas quienes iban de compras ya que se acercaba la Navidad, muchos padres yendo a buscar regalos para sus hijos e ingredientes para preparar sus cenas.

Emma dobló la esquina y vio el supermercado, apenas llegó se estacionó, dejó el casco a un lado y fue directamente por un carrito de compras, ingresó en el supermercado y fue caminando tranquilamente por los pasillos. Tomaba sólo lo que creía necesitar para hacer las berejenas y un par de cosas dulces para saciar sus antojos, llegó al área de verduras y tomó las berenjenas, también otras frutas y verduras, hasta que vio los pepinos.

Todo me recuerda a él —pensó con un deje de tristeza, pero al caer en lo que habia pensado rió.

Siguió caminando un poco más y llegó al área de bebidas, tomó varios refrescos, aguas saborizadas y lo pensó un poco antes de tomar varias botellas de vino y alcohol, le gustaba hacer postres con alcohol.

Se dirigió a la caja registradora que era manejada por un chico y rápidamente puso todos sus productos, el chico los registraba y ella los ponía en bolsas, apenas terminó pagó lo correspondiente y salió del supermercado.

Señales | Carlise CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora