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¿Recuerdas Emma, aquel verano hace diez años en nuestra antigua casa? Cuando mamá y papá todavía seguían vivos, cuando la muerte no era una preocupación para nosotros, cuando todavía podíamos sentir el calor del sol en nuestras pieles.

Siempre considere a mamá y a papá como los mejores padres que alguien pudiese tener, claro, tenían sus defectos, pero siempre se preocuparon por nosotros y hacían de todo para que vivamos bien.

Recuerdo como era la vida un año antes de que murieran, tú tenías 15 años, y yo 22 años, eramos tan jóvenes, pero tu lo eras más, tus ojos irradiaban el brillo de la inocencia en ellos, tu piel, suave piel sin ninguna cicatriz de las atrocidades humanas, y tus buenas expectativas sobre lo que sería tu futuro antes de que fuesen pisoteadas.

Me hubiese gustado que te quedaras así por siempre, donde todavía no habías conocido lo cruel que es la vida a la que te condene.

A veces lamento haber querido estudiar música y contactarme con ese promotor, ya que nuestros padres hubieran seguido con vida, otras de no haberte cuidado más después de sus muertes, de no poder haber sobrevivido el día en que morí, de haberte dejado sola, lamentó no poder protegerte incluso siendo vampiro aquel día en que tus ojos perdieron parte de su brillo.

Pero sobretodo, lamento aquel día en donde las puertas de tu alma se oscurecieron y tu corazón dejó de ser escuchado. Lamento haber dejado que el calor de tu piel se desvaneciera. Estabas a punto de alcanzar la madurez, pequeña flor de loto, y sin embargo, te congele antes de que lo hicieras.

Todavía recuerdo cuando volviste a verme después de mi muerte, como ya era vampiro, seguía igual al día en que me fui.

Abriste los ojos con sorpresa, la taza de café que tenías en tus manos cayó al suelo haciéndose trozos, te pusiste pálida y tus ojos llorosos, gritaste mi nombre y corriste hacia mí, no te importo pisar con los pies descalzos los vidrios rotos de la taza, tampoco abrazarme fuerte cuando mi piel era helada, ni mirarme a los ojos rojos sabiendo que aquello no era normal.

Eras una persona con tanto amor que no me tuviste miedo al saber que yo ya no era el mismo, que había hecho astrocidades, que ni siquiera era humano, pero te quedaste ahí, a mi lado abrazándome y mirándome con cariño simplemente porque se trataba de mí, de tu hermano.

Me consolaste durante toda la noche, escuchando la historia de lo que me había pasado y de lo que hice, no te asustaste, no dudaste, no te asqueaste, solo acariciabas mi espalda a la vez que escuchabas mi rota voz salir de mi boca.

Sé que soy un mal hermano, que la cague una y otra vez, que por mis descuidos siempre la que sufre las consecuencias eres -

Shh —El dedo índice de Emma se posó en los labios de Samael, sus ojos vidriosos miraban a los de su hermano—, no digas esas cosas, nada fue tu culpa, y no eres un mal hermano.

Samael sólo desvío la mirada hacia las copas de los árboles en la oscuridad, el silencio de la noche le hacía recordar muchas cosas de su pasado que hasta el día de hoy, nunca pudo olvidar.

Señales | Carlise CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora