Princesa de metal

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Ella no era como todas las chicas, guardaba en el alma, tanta tristeza, tantas sonrisas que nunca nacieron, tantos recuerdos, que nunca lo fueron. En los inviernos, le gustaba pasear por el parque acompañada sólo por el viento frío y las hojas que caían. Ella no era como todas las chicas, soñaba ¡claro!, pero sus sueños eran realidades y más que sueños, eran pesadillas. Era hermosa, y ella lo sabía, pero también sabía, que no lo era, porque ella no era como todas las chicas, ella era feliz, a ratos, y a ratos también, con todo y su tristeza, era feliz. Sí, ella estaba loca, despierta, le gustaba el café y las almendras, y los días grises, el arcoíris y las flores, la vida, y aunque no le gustaba estaba consciente, de la muerte. Ella no era como todas las chicas, ella era perfecta, a su manera, a mi mirada (una mirada que no podía ser más que a distancia). Ella, la de armadura, como un soldado de hierro que siempre debe parecer fuerte, era una reina y un iceberg, pero en el fondo bajo todo ese pasado, ese destino, y esa obligación de verse entera ante el mundo que la rodea, tras de ese metal; una princesa.

Musas y DesvaríosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora