La chimenea

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Me gusta el invierno, a pesar de las caras rosadas y las narices húmedas, me gusta el invierno, todo parece más real, hasta el alma da señales de su existencia, me gusta el invierno, sentir el frío en los huesos, el olor de esa leña de mezquite ardiendo en la chimenea, me gusta el invierno, cuando muera, me gustaría que fuera invierno, un día gris, un día de café, un día de silencio, sí, no cabe duda, me gusta el invierno. Entonces, no logro entender, ¿por qué diablos me enamoré de ti?, ¿por qué dejé que llegaras tú con tu maldito verano y te fundieras en mí?, ¿será por eso de que los polos opuestos se atraen?, (no, no lo creo, fueron sus ojos) sí, estoy seguro, esos ojos negros, profundos, fríos, esos ojos que ocultaban el infierno que hay en ti, el miedo a la soledad, y ese magnífico arte de mentir. Sí, me engañaste, a mí me gusta el invierno, y tú llegaste con tu corazón de hielo (pero no, no era corazón, era algo más, algo mucho más podrido, algo sin sentimientos, algo destrozado, algo con la única tarea de hacer daño, a quien pueda, a quien caiga en sus besos, en su piel, en su sonrisa, en su aliento, en su juego). Me gusta el invierno, y a ti también, pero ni te lo imaginabas, cómo ibas a saber que en mi invierno hubiera tanto fuego, tanta rabia, tanta vida, tanta muerte. Me gusta el invierno, y ahora más, porque aquí, mirando las llamas, es la única manera en que te puedo recordar.

Musas y DesvaríosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora