Prólogo

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No sé por dónde comenzar, uno cree tener las palabras, pero nunca las tiene, dicen que los principios son difíciles, lo son, pero los finales, cómo decirlo, la verdad es que no hay finales felices, tal vez pequeños finales felices, pero no creo qué el real (bueno, por decirlo de alguna manera, ya hablaremos de la realidad más adelante) el verdadero final, no creo que sea muy feliz que digamos, aunque para esto hay que tocar el tema de la felicidad, de la vida, de la muerte, y de la que hasta hoy es la única cosa que le da sentido a esto del vivir, del ser (pero qué diablos ¿qué hago yo hablando del ser?, eso es viejo, es cierto, es muy viejo, y aún está en puntos suspensivos digan lo que digan, bueno, aunque si uno se fija bien, todo tiene puntos suspensivos o está entre comillas, bueno, que nos hagamos los ciegos es otra cosa, o más bien, conviene mejor no ver lo que no se entiende) y esto, es el amor, por amor vale la pena todo, aunque últimamente creo que el amor está muy desmejorado, o más bien, cada quien tiene su propia idea de él, yo no lo conozco, lo he soñado (antes, ya no), no lo busco, lo hice algún tiempo no lo niego, no siempre estuve loco, antes era estúpido (me gusta creer que ya no lo soy), digo que no lo conozco porque con lo que me he topado ha sido con las ideas que tienen sobre él, y estas lastiman, y el amor no duele aunque digan lo contrario, tal vez mate, pero qué no lo hace, pero si es amor ten por seguro que no duele, tampoco se acaba, pero bueno, basta de tanta palabrería y volvamos al principio, aunque aprovechando que hablaba de los finales, tal vez sea mejor dejar todo aquí, en el principio, creo seriamente que todos los finales de alguna manera comienzan desde el principio.

Musas y DesvaríosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora