rescate fugaz

93 10 0
                                    


Mientras esperaba a que aquella masa de orcos pasara, no podía dejar de pensar en mis padres y mi familia, ¿habrían conseguido sobrevivir? ¿O ya solo formaban parte de la historia de La Comarca? Fuera como fuere, no podía quedarme de brazos cruzados, necesitaba saber más, necesitaba salvar a mi familia y a mis amigos. Con éste pensamiento que no me dejaba reconciliarme con la tranquilidad, me armé de valor, me levanté y mientras les miraba uno a uno a los ojos les dije -Voy a por mis padres, ¿venís?- .

-Yo estoy contigo. -Me dijo Frodo.-Siempre.

Légolas se levantó, seguido de Gandalf. Los dos me hicieron un gesto de afirmación.


Nos adentramos entre todo el gentío, entre Hobbits asustados huyendo a todas partes y orcos armados hasta los dientes avanzando hacia el interior de la ciudad. Légolas luchaba de película, cada vez que la hoja de su afilada espada se introducía en el cuerpo de un orco, cogía una flecha, la colocaba entre su arco y tensaba la cuerda de éste a casi la velocidad de la luz, le clavaba la flecha a otro orco al tiempo que el horrible ser con la espada clavada caía al suelo, mientras éste se derrumbaba, Légolas agarraba su espada (ahora con la hoja no tan reluciente) y volvía a la carga. Era impresionante. Querría luchar como él. Yo solo tenía una espada, y aunque sabía defenderme, nadie me había enseñado a luchar. Gandalf, en cambio, contaba con algo más poderoso que un arma, el poseía el poder de la magia, giraba su bastón como si no hubiera un mañana, mientras que su espada parecía tener vida propia, ningún orco quedaba ya donde Gandalf había comenzado a hacer uso de sus dotes de guerrero. Todos nosotros avanzábamos cada vez más, hasta llegar a una callejuela desierta. -¿Y ahora qué?-Me preguntó Légolas, casi sin aliento. Yo miré alrededor, hasta que logré situarme, me costó un poco, ya que las calles no parecían las mismas que hace tan solo unas horas. Antes estaban llenas de vida, todo estaba colorido y había un sonido distinto, un sonido de júbilo, de alegría. Esas calles que tanto había recorrido yo, ahora estaban muertas, desiertas y silenciosas. -por allí-dije, intentando apartar mis pensamientos y centrarme en mi propósito al cien por cien, pues de eso dependían las vidas de mis padres. Eché a andar en dirección a su casa, aquella casa que me había acogido nada más nacer, debía ir hacia allí rápido.


Al llegar, vi que la puerta estaba abierta, me apresuré a entrar, temiéndome lo peor. Atravesé el salón. Nada, ni una señal de vida. Recorrí la casa entera buscando a mis padres, hasta que oí un estruendoso golpe en el sótano. Me di la vuelta y les hice a mis amigos una seña que todos entendieron como <<vamos>>. Corrimos hasta llegar al sótano. Siempre me había dado miedo esa habitación. No lograba saber por qué, pero era como si mis mayores temores se escondiesen ahí, invisibles, esperando la ocasión perfecta para aparecer. Recorrí con la mirada aquel lugar, cuando vi que, en la esquina menos alumbrada de la habitación, había un orco con la espada por encima de su cabeza, sin duda dispuesto a matar a quienes debían ser mis padres. Apenas unos segundos antes de que la tragedia sucediese, una flecha cortó el aire y se insertó en el cuello de ese temible orco, desplomándose hacia atrás. Antes de que mis padres aparecieran en la esquina, comprendí que ese arquero con inmejorable puntería era Légolas, que, sin esperar un solo segundo, me dio su arco. Me pilló desprevenido, y lo cogí sin advertir si quiera qué era, y para cuando hube identificado el objeto, ya estaba en los brazos de mi madre, confundido, pues yo no había sido quien les había salvado la vida. Sí, Légolas es muy buena persona, hace las cosas desinteresadamente, sin importar quién se lleva el mérito. Tras caer en la cuenta, decidí disfrutar del momento, pues este día me enseñó que en el momento menos esperado, puedes perderlo todo.


Volvimos con mis padres a la cueva que Frodo había descubierto, pues la casa de mis padres ya no era segura, y allí pasamos la noche, bañados por la luz de la luna, con Gandalf contemplando el horizonte, en busca de algún sonido misterioso.


Historia de un HobbitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora