Durante la noche, en aquella apartada y solitaria cueva, todo estaba silencioso y oscuro, sin embargo, en el este se podían percibir ruidos lejanos de sufrimiento y de carcajadas diabólicas (sin duda por parte de los orcos). Cuando apenas el sol se había dejado ver en lo alto de una montaña, y el algodón sedoso volaba jugueteando alrededor de éste, yo ya me había levantado, me desperté de golpe, estaba sudando, no recuerdo muy bien aquel sueño, pero sin duda había conseguido preocuparme como si hubiese ocurrido de verdad. Al verme despierto, Gandalf se giró y contempló paciente mi respiración alterada, tenía esa mirada habitual en él, que parecía que se metía en tu cerebro y te leía el pensamiento.
-¿Una pesadilla?- me dijo
-Eso creo- contesté yo, confuso.
Entre los dos nos dispusimos a despertar a los demás, solo faltaba Légolas. Cuando fui a despertarle, me sobresalté. No se encontraba en el interior del saco. ¿Dónde estaba? No se podía haber marchado, me apuesto el cuello a que Gandalf le habría visto. Me adentré más y más en la cueva, pensando en la posibilidad de encontrar a mi amigo allí.
Oí el ruido de un arco tensándose, me quedé de piedra, no era capaz de mover ni una sola pestaña. Sabía que alguien me miraba, y me amenazaba. Podía ser Légolas, pero no solo él poseía un arco. No podía ver nada, y allí me quedé, esperando que algo ocurriese. No tuve que aguardar mucho. Una voz que permanecía en la oscuridad dijo aliviada –Ah, eres tu-. Era el elfo rubio que tantas sorpresas me había dado, buenas, y sobretodo malas, era Légolas.
-¡¿pero qué haces aquí?! Me tienes preocupado- le dije reprochándole su comportamiento
-Tranquilo, que no es para tanto-me intentó calmar, tenía razón, desde que tuve aquella pesadilla estaba muy tenso – solo meditaba un poco antes de partir.
Los elfos tenían esas manías, así pensaban con tranquilidad y oían cualquier cosa. Yo lo había intentado un par de veces, pero me ponía muy nervioso, entonces me levantaba y me daba una ducha de agua caliente, que es como me tranquilizo yo. Quizás algún día le diré que me enseñe a meditar, no se.
Los dos volvimos con los demás, nos esperaban con las mochilas en la espalda listos para partir hacia Gondor, y eso hicimos, cogimos nuestros caballos (a los Hobbits nos dieron un poni) y cabalgamos parando solo cuando los caballos se cansaban, entonces les dábamos un poco de agua. Conseguimos salir del bosque que rodea la Comarca, y en nuestros ojos se dibujó una explanada que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Por lo menos la vista de un Hobbit. Decidimos volver unos pasos atrás y acampar en las afueras del bosque, aunque todavía era de día, queríamos cruzar la explanada de noche, para ocultarnos de posibles peligros y no ser un blanco fácil. Al caer la noche, retomamos nuestro viaje, cruzamos más de media explanada, ya se veían a lo lejos unas montañas cuando... -parad- dijo Légolas. Yo no veía nada, la oscuridad conseguía nublarlo todo, aunque no lo viese, Légolas tenía los sentidos mucho más afinados que yo, detuve mi poni y desenvainé la espada que me había dado Légolas. La hoja estaba azul, éste fenómeno me impresionaba, los elfos eran capaces de forjar un acero que cambiaba de color si había orcos cerca, y, en efecto, seguro que no estábamos solos. Me di la vuelta para ver a mis padres, no habían dicho nada en todo el camino, y ahora parecían muy asustados, ellos también sabían que había algo allí afuera. Estaban desarmados, y aunque les diésemos un cuchillo o cualquier otra cosa, no sabrían utilizarlos. Me puse a su lado, y les abracé para darles seguridad. Ellos me sonrieron, pero les conocía bien, solo me sonreían para que no viese su miedo. Todos hicieron un círculo con mis padres en el miedo y me miraron decididos a proteger a mi familia. Agradecí mucho ese gesto, pero no podía pronunciar una sola palabra por mi boca, y me dispuse a colocarme al lado de mis compañeros agrandando un poco el círculo con mis padres dentro. Todos estábamos listos, todos estábamos preparados para cualquier ataque.
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Historia de un Hobbit
Fiksi PenggemarSam, uno de los Hobbit que ayudó a Frodo a destruir el anillo, es llamado por un viejo compañero suyo, Légolas, para que salve la Tierra Media de las garras de los temibles orcos. ¿Conseguirá su propósito? Descúbrelo en esta fascinante historia q...