2. Dove✔️

6.

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Alex pataleaba sentada en una silla, esperando, pero no esperando, la llegada de Draco. Ya tenía pocas esperanzas, pero lo que dijo en pociones las hizo saltar por los aires. A menos que él no estuviera prestando atención, su mención del jabón de baño de fresa definitivamente habría captado su atención.

—"Esto es acogedor", —dijo Draco, entrando en la habitación. Estaba casi vacía, aparte de una mesa, una chimenea y algunos sillones. Tomó asiento frente a ella, cruzando las piernas y apoyando los brazos en los del sillón. Alexandra respiró hondo, repentinamente nerviosa. —"Supongo que no me has invitado aquí para jugar a un juego de mesa".

—"Quería contarte por qué corrí aquel día",— admitió. —"En realidad, pensé que sería más fácil que lo vieras. Supongo que no sabes Legeremancia".

—"Sí la conozco",— admitió él, inclinándose hacia delante con curiosidad.

—"Mira, entonces", —le animó ella. —"Te ahorrará muchas explicaciones".

—"Bien, entonces", —dijo él, despejando su mente y preparándose para realizar la habilidad que su tía le había enseñado durante el verano. Miró a Alexandra sentada con los ojos cerrados, no quería ver su cara cuando viera sus recuerdos. Entrecerró los ojos, concentrándose intensamente mientras penetraba con éxito en su mente.

En la cabeza de Draco se arremolinaron imágenes de algunos de los recuerdos más cortos de Alex. La vio riendo con sus amigos, besuqueándose con alguien a quien no reconoció de inmediato, correteando con una versión joven de sí mismo y bromeando con los gemelos Weasley.

—"Espero hacer un bien al mundo mágico, señor. Aunque me lleve a la muerte",— le dijo Alexandra a un Dumbledore de aspecto más joven. Tenía una sonrisa en la cara, pero sus ojos parecían vacíos. De repente, quien Draco reconoció como un joven Tom Riddle apareció en escena.

—"Vengo a acompañar a la chica a su sala común, profesor".

Segundos después, Tom ya no aparecía en la escena, y una versión más pálida de Alex se veía hablando con Dumbledore una vez más.

—"¡Basta de acertijos! Quiero irme a casa".

—"Me temo que eso no es posible".

La escena se desvaneció en negro antes de que Dumbledore apareciera una vez más, esta vez con Snape.

—" Ella es el peón perfecto, profesor, "— dijo Dumbledore, mirando a la pequeña niña sentada en la ventana de su casa.

—"Es sólo una niña, director",— replicó Snape.

Draco vio cómo una luz azul se dirigía hacia la pequeña Alexandra, que lloraba aferrándose a su osito de peluche blanco. Era el osito que él le había regalado por su sexto cumpleaños.

—"Estoy seguro de que entiendes los efectos de esta poción de amor, ¿estoy en lo cierto?" —preguntó Snape, ahora de pie en su despacho. Alexandra asintió. —"Los concebidos bajo los efectos de una poción de amor..."

—"Son incapaces de amar. Soy consciente, profesor".

—"¿Es consciente de que usted, señorita River, fue concebida bajo los efectos de una poción de amor?".

—"Todo el mundo puede amar, profesor",— resonó su vocecita.— "Si crees en el amor lo suficiente, todo es posible".

La escena volvió a caer en negro cuando la voz de un hombre resonó en la cabeza de Draco.

—"Sólo hay una con el poder de manipular el amor más allá de la capacidad de cualquier poción o hechizo conocido por bruja o mago si el destino lo permite. La única con el verdadero poder de manipular tal magia y no recibir consecuencias de la Primera Ley Fundamental, el poder de aclarar hasta el más oscuro de los corazones con sólo su toque. Nacida cuando el sol da la bienvenida a San Valentín, nacida para aquellos que no conocen el amor, sino la traición..."

La siguiente imagen Draco la conocía demasiado bien. Se observó a sí mismo, reviviendo todo el dolor de haber recibido su marca tenebrosa mientras se preguntaba cómo lo había visto Alexandra.

La escena cambió por última vez y vio a Tom Riddle de pie frente a Alexandra una vez más, con ira y dolor evidentes en los ojos.

—"No significas nada para mí. Nada".

Draco decidió que ya había visto suficiente, volviendo a la realidad al abrir los ojos y ver a su amiga llorando ligeramente. Frunció el ceño.

Aunque Alexandra se sentía vulnerable, también se sentía aliviada. Había visto todo lo que ella quería que viera, todo mientras evitaba el único recuerdo que ella se esforzaba por ocultar.

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