snow 2

08

Jungkook

Duerme tan pacíficamente en mis brazos, su mejilla descansando contra mis cicatrices, su pequeño cuerpo ligero como una pluma sobre mí. Una belleza. Una con voz de ángel.

No me merezco esto. Yo nunca mereceré esto. Él ya me ha regalado los mejores días de mi vida. Si muriera en este mismo segundo, iría con el corazón lleno de agradecimiento.

Mientras dormita, mis pensamientos vuelven al asesino que había sido enviado para matarlo. Era un mercenario independiente. No con la Hermandad ni con ninguna otra sociedad que conozca. Eso significa que Kihyun Lee está haciendo ofertas en algún lugar del mercado negro en lugar de ir a los pesos pesados. Maldito aficionado.

Sin mover demasiado a Yoongi, tomo mi teléfono de la mesita de noche y disparo un mensaje para uno de mis antiguos socios. Quiero saber quién más podría venir después por mi pájaro cantor. Les romperé el cuello antes de que se acerquen a él.

Acomodándome de nuevo, acaricio su suave cabello.

Está hecho. Atrapado. Ya sé la verdad, pero susurro con cada latido mío: nunca lo dejaré ir. Este pájaro cantor es mío y solo mío. El sabor de él, la sensación de ser uno con él... Nunca pensé que tendría algo tan dulce. ¿Y ahora que lo he tenido? Mataré a cualquiera que intente quitármelo.

—Tenso. —Él me mira. —Te acabas de convertir en una roca. ¿Qué está pasando? —Pregunta adormilado.

—Sólo de pensar.

Él se acurruca contra mi pecho de nuevo. —Suena peligroso.

Yo sonrío. —Tú eres el que es peligroso.

—¿Yo? —Lo siento parpadear contra mí, sus pestañas me hacen cosquillas en la piel. —¿Soy peligroso?

—Mucho. —Lo pongo encima de mí, separando sus piernas para que se siente a horcajadas sobre mí.

—Eres un asesino, ¿Verdad? Quiero decir, vi lo que le hiciste a ese idiota que vino aquí para matarme. Y realmente no has hablado de tu pasado, pero supongo que no estabas cargando comestibles o trabajando en una oficina cuando te salieron esas cicatrices.

Niego con la cabeza. —No. De ningún modo.

—¿Quieres contármelo? —Apoya su barbilla en mi pecho, y cuando se retuerce más cerca, su coño caliente entra en contacto con mi polla.

Siseo y agarro sus caderas. —No. Quiero sentirte de nuevo.

Se muerde el labio y mueve las caderas contra mí. —Yo también quiero eso. —Luego toma mi mejilla. —Pero quiero conocer, todo de ti, todo.

Suspiro y lo levanto por mi cuerpo, odiando perder su calor donde más lo deseo. Pero esta conversación requiere enfoque. Y apenas puedo pensar como es. Él está encima de mí. El chico más hermoso que he visto en mi vida confía en mí con su cuerpo, su mente, su corazón. —Mala infancia. —Lanzo eso por ahí. —No necesitas detalles. Pero mi padre tenía puños y le gustaba usarlos.

Su rostro decae. —Lo siento mucho.

—No lo sientas. Fue hace mucho tiempo. Lo perdoné aunque nunca me lo pidió. Tenía que hacerlo. Si no lo hacía, estaría lleno de odio y buscaría la muerte. Perdonarlo también me salvó. 

Sus labios se arquean en una sonrisa triste. —No hablas mucho, pero cuando lo haces, transmites tu punto a la perfección.

Gruño una risa baja. —Salí de casa joven y recorrí todo el país. Me peleé en Nueva York cuando vi a un tipo que intentaba secuestrar a una joven. Se escapó. Me arrestaron.