Capítulo 6

82 13 0
                                    

Henry dejó escapar una pequeña risa cuando Zhoumi se detuvo delante de un enorme edificio rojo y blanco rodeado de muchísimas velas de madera demasiado grandes, coros de niños, campanas, árboles y renos, que le recordaban a Henry el patio de su antigua vecina, pero a una escala mucho mayor. La señorita Mills había cubierto siempre su casa con luces, un ciervo de plástico y un Santa Claus mecánico. Por lo general, era la única pista que Henry tenía cuando era niño de que las vacaciones se acercaban.

—¿Este es el restaurante? —preguntó Henry mientras Zhoumi aparcaba el coche.

—No, pensé que te gustaría ver este lugar primero.

—¿Por qué? —Henry no se molestó en mantener la duda en su voz mientras miraba por el parabrisas una interpretación muy particular del gran Santa.

—Confía en mí. Obtendrás el mayor placer aquí. Es supuestamente la tienda de Navidad más grande del mundo.

—La más grande —se hizo eco Henry—. Parecía como si quisiera vomitar todo el sentido de la Navidad.

—Deja de ser un Grinch y sal del coche. —Zhoumi se inclinó y le dio a Henry un rápido beso en la mejilla.

—¿Qué es un Grinch? —Henry se devanaba los sesos intentando comprenderlo, preguntándose si eso era un término nuevo de argot o algo así.

Zhoumi lo miró boquiabierto. —¿Nunca has visto 'El Grinch que robó la Navidad'?

Una vez más, Henry fue dolorosamente consciente de lo diferente y totalmente estúpido que era cuando se trataba de algo que estuviera fuera de su laboratorio. —No entiendo cual es el problema. ¿No es la Navidad en un mes más?

—Cierto, pero nunca es demasiado temprano para comenzar a celebrarla. —Zhoumi se acercó y desabrochó el cinturón de seguridad de Henry—. Además, este lugar está abierto los trescientos sesenta y cinco días del año.

Henry visionó la amplia gama de luces de colores. — Su factura de electricidad debe ser un infierno.

Zhoumi se echó a reír. —Me gusta tu sentido del humor.

Sorprendido por el inesperado halago, Henry hizo una pausa con los dedos sobre la manija de la puerta mientras esperaba a ver si pasaba algo antes de seguir. Cuando no pasó nada, se volvió hacia Zhoumi.

—Espero que no sea todo lo que quieras de mí.

—No, hay mucho más.

Aunque Henry anhelaba saber cuáles eran esas cosas, nunca había sabido atraer las alabanzas. Por último, murmuró: —Gracias.

Salieron del coche y cruzaron el amplio aparcamiento, los sonidos de la música navideña salían del edificio. El aire les llevaba los fuertes olores de la canela y el pino, haciendo a Henry cosquillas en la nariz. En algunos momentos, amaba tener los sentidos intensificados de los felinos, y este era uno de ellos. Los seres humanos paseaban a su alrededor, felizmente inconscientes de todos los peligros de la vida. Henry, por el contrario, siempre se aseguraba de mantener un ojo en el cielo. Después del ataque a la iglesia, no quería que lo cogieran desprevenido otra vez.

Mientras tanto, se hacía eco de las numerosas conferencias que Edward le había dado: «Nunca dejes que te den el primer golpe». «No confíes en los humanos, son los peores de todos los animales». «No coloques nunca tu fe en otros cambiaformas, si lo haces, no dudes que te rasgarán la garganta».

Por supuesto, Henry se daba cuenta ahora de que no todas las enseñanzas de Edward habían sido ciertas. Mitad cambiaformas y mitad humano, Edward se había quedado atrapado entre dos mundos y eso lo amargó al respecto. Como resultado, había transmitido ese odio a sus tres pupilos. Había sido sólo recientemente, que ellos habían confiado en Yunho y en el resto de la coalición. A veces, Henry todavía luchaba con eso y se preguntaba si los demás también lo hacían.

Serie de los CP 07 - Una Distracción TentadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora