Capítulo 6

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Caesar tocó la puerta de la oficina de Messina, el general, y no pasó hasta que escuchó un "adelante" desde adentro. Grande fue su sorpresa al ver a Joseph ahí y que se puso aún más rígido al verlo.

–Capitán Zeppeli, que bueno que llegó– dijo el general, mientras Joseph lo saludaba militarmente–. Eso no es necesario, Stella, ahora tienen el mismo rango.

¿Qué?

–Ah, sí, cierto, es la costumbre– dijo Stella, dejando el saludo–. Buenos días, capitán.

Caesar apenas lo miró y dirigió sus ojos hacia el general, como pidiendo explicaciones.

–La Corona ha reconocido a Stella como heredero legítimo del barón, así que, como ahora es noble y considerando sus aportes como soldado, se ha decidido ascenderlo a capitán.

–Con todo respeto, señor, creí que partiría como teniente o subteniente– dijo Caesar–. Él no tiene la preparación suficiente para ser capitán aún.

–Quedará bajo tu supervisión un tiempo para que le enseñes sus nuevas responsabilidades– explicó Messina–. Después se le asignará un nuevo grupo que quedará a su cargo.

–¿Y cuánto tiempo tengo para hacer milagros?

Su superior se rió con suavidad, pero el flamante nuevo capitán no, solo emitió un sonido de molestia. Bien, pues que se aguantara.

–Un par de semanas, Zeppeli. Luego se irán con sus respectivos soldados hacia su siguiente misión– informó Messina.

Caesar tomó el papel que le ofreció el general y escudriñó las indicaciones. Su misión era apoyar en el frente sur en la batalla que se avecinaba, lo de siempre. La de Joseph era lo mismo pero un poco más al norte. Caesar frunció el entrecejo, era demasiado para un capitán novato. Pero según el papel decía que el general Straizo estaría a cargo; no lo conocía en persona, pero sabía que era un tipo con experiencia. Supongo que en ese caso el idiota estará bien, pensó, mientras le pasaba el papel a su compañero.

–¿Alguna duda?– preguntó Messina cuando Joseph terminó de leer–. ¿Queja, inquietud?

–No, señor– dijeron ambos capitanes.

–Retírense entonces.

Caesar hizo una leve inclinación de cabeza y salió, seguido de cerca por Joseph. La última vez que habían estado tan cerca había sido hacía tres semanas, cuando le había llegado la noticia de la muerte de su padre y Joseph se había empecinado en no dejarlo solo. Incluso lo había acompañado hasta su habitación para asegurarse que llegara bien, ya que habían bebido bastante. El recuerdo de la mano de Joseph en su mejilla mientras había derramado una lágrima en un momento de debilidad lo atormentaba desde entonces. También el recuerdo de haberse mirado a los ojos demasiado tiempo, demasiado cerca. Esos ojos turquesa se le habían quedado grabados en la retina y pensar en ellos, curiosamente, le aliviaba un poco el dolor de perder a su padre, como si lo hiciera un poco más soportable. No entendía por qué y tampoco quería averiguarlo.

Así que el permiso que había solicitado para hacerse cargo del funeral de su padre y de la finca fue muy necesario para no pensar ni en la muerte de Lord de Mile ni en el idiota de Joseph Stella. Durante tres semanas organizó el funeral, hizo los trámites respectivos para hacerse cargo de la finca, revisó los negocios y las tierras, leyó y firmó papeles varios, compartió con sus hermanos pequeños y dejó todo marchando para volver al ejército a hacer lo suyo. Lady Giulia, su joven madrastra, lo había atendido muy bien, pese a que le había insistido nuevamente en que debía casarse. Pero Caesar le había dicho que mientras eso no pasara, sus herederos serían sus hermanos y ella y que jamás nada les faltaría. Ella se lo había agradecido, pero le había dicho:

Diez años en el ejército por tu culpa #caejoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora