Capítulo 9

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Erina Pendleton, al notar que habían llegado refuerzos y que sus soldados eran minoría, les ordenó sabiamente que soltaran las armas. Ella misma lo hizo, no sin antes golpear al Príncipe Heredero en la entrepierna. Jonathan se dejó caer al suelo apenas emitiendo sonido y ella lo ignoró.

Joseph le indicó a F.F que apresara a Erina con un gesto. La muchacha suspiró y obedeció, agarrando las muñecas de la teniente detrás de su espalda, quien no se opuso.

–Lo siento, teniente– alcanzó a murmurar F.F. Pendleton asintió.

Mientras F.F se llevaba a Erina, Joseph ayudó a su hermano a levantarse y miraron por la baranda como Jolyne se abría paso, armada hasta los dientes y vestida con su traje oficial rojo oscuro y dorado, trayendo a un montón de soldados imperiales detrás. Los hermanos bajaron rápidamente a su encuentro, esquivando a la gente.

–¡¿Lyn, qué demonios haces aquí?!– tronó Jonathan.

–Vine a ayudar– dijo ella, bajando del caballo ágilmente–, traje a la gente del hermano de Sherry también– indicó con la cabeza hacia atrás.

Joseph y Jonathan notaron que detrás del grupo de uniformados a caballo y a pie, venía cabalgando Sherry (la doncella de Jolyne) conversando con un tipo de pelo blanco y largo a la cabeza de un grupo variopinto de personas, entre ellas Caesar. El coronel venía a pie y traía de las riendas a dos alazanes, cada uno transportando a dos jinetes.

–¡Caesar!– exclamó Joseph, corriendo hacia él y aguantando las ganas de abrazarlo al tenerlo tan cerca–. ¿Estás bien?

Caesar asintió y sus ojos parecieron chispear al verlo. Joseph notó que venía despeinado y un poco sucio, con claras señales de haber peleado, pero se veía ileso.

–¿Seguro?

–Sí, Su Alteza– dijo Caesar–. Déjeme presentarle a mis hermanos menores: Carlo, Constantino, Ciara y Cassandra– los jinetes que venían sobre los caballos, que rondaban entre la niñez y la adolescencia, saludaron tímidamente–. Chicos, él es Su Alteza, el Príncipe Joseph.

Los niños abrieron muchos los ojos y comenzaron a saludar más formalmente, nerviosos, pero Joseph los tranquilizó con un gesto.

–La formalidad no es necesaria, pueden decirme solo Joseph– explicó. Luego miró a Caesar y fingiendo sentirse ofendido, agregó–. No recuerdo haberte dado permiso para revelar mi verdadera identidad.

Caesar se ruborizó e iba a disculparse cuando una mujer vestida con sencillez se acercó a ellos e hizo una graciosa reverencia a Joseph.

–Su Alteza, es un placer conocerlo. Soy Lady Giulia Zeppeli, la marquesa viuda de Mile.

–Milady– saludó Joseph, mirándola con atención. Calculaba que tenía unos cuarenta años o más, de pelo castaño cobrizo y ojos marrones rodeados de pecas. Era bonita y bastante baja de estatura–. Como les decía a sus hijos, no es necesario ser tan formal conmigo, Caesar y yo somos amigos.

–¿Ah sí?– dijo ella, mirando con suspicacia a Caesar, que evitaba mirarla.

–Así es. Puede llamarme solo Joseph.

–¿Solo Joseph?– preguntó ella, confundida. Luego pareció conectar ideas y una sonrisa de comprensión se dibujó en su rostro–. Oh, ¿usted es ese Joseph?

–¿Qué Joseph?– preguntó a su vez Joseph, mirando a Caesar esperando una respuesta.

Pero éste, sin mirarlo, dijo simplemente:

—Chicos, chicas, milady, tenemos mucho que hacer y revisar para tomar posesión de Mile, ¿no deberíamos estar en eso ya?

—Claro, por supuesto– dijo Lady Giulia, indicándole a sus hijos que se bajaran de los caballos–. A trabajar. Permiso, Su Alteza, querido. Vamos.

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⏰ Última actualización: Sep 21 ⏰

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Diez años en el ejército por tu culpa #caejoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora