Capitulo 4

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–No tengo idea de qué hablas– se quejó Regulus con una mirada de desinterés.

Sirius metió la mano en su túnica y sacó el ungüento, su hermano se enderezó de golpe y extendió el brazo para tomar el frasco pero el auror le pegó un manotazo. –Solo quiero verlo– se excusó el Lord.

–No es necesario, si tu no lo mandaste...–

–¿Y cómo sabes que no es venenoso? ¿O que no tendrás una reacción alérgica al aceite del díctamo blanco?– preguntó tratando de obtener el frasco.

–...¿Cómo sabes que lleva aceite de díctamo blanco?–. Sirius pudo ver cómo la mandíbula de su hermano se tensaba casi imperceptiblemente

El Black menor bufó –Simplemente lo supuse, dijiste que era un ungüento–.

–Yo nunca mencioné para qué era– el auror se acercó peligrosamente a su hermano y volvió a ordenar –Dime en dónde se obtiene esto–.

–No te voy a decir nada–

Sirius lo vió un par de segundos directo a los ojos y una posibilidad se asomó –¿Tiene algo que ver con Severus?–.

Su hermano esta vez no pudo disimular su reacción, una cara larga que denotaba susto. –Dile que lo sé todo– dijo el mayor, haciendo énfasis en la última palabra.

El alfa recesivo se separó de golpe y salió de su propia casa apresuradamente, seguramente para aparecer en la residencia Malfoy.

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Severus sentía cómo cada nervio en su sistema le pedía que corriera fuera de esa casa, no estaba solo con Zabini, sin embargo, el hecho de estar en un ambiente totalmente controlado por ella, lo aterraba.

Se suponía que Barty iría con él a la junta con los inversionistas pero el chico no daba indicios de aparecer, así que con todo el estrés del mundo, había tenido que ir él solo. Mala idea.

La alfa había convencido a los ancianos de ir a comer en su casa, alegando que sus padres e hijo estarían fuera esa tarde. Así que ahora estaba ahí, agradeciendo traer puestos los parches cómo en cada reunión; sino fuera por ellos, la italiana ya habría notado el creciente terror que le provocaba su presencia.

Estaba intentando relajarse mientras caminaba por la habitación con la excusa de querer ver sus adornos. Hasta el momento, había apreciado un retrato familiar, una foto del pequeño Blaise, una foto de Zabini con su toga de graduada, etc.

Siguió caminando mientras los demás tomaban té cuando se encontró de lleno con un látigo personalizado... "se encontraron rastros en la madera de que el arma que se usó contra los elfos, fue un látigo modificado"... ese fugaz flashback hizo que su piel se erizara y su respiración se detuviera en seco.

–Oh, ¿eso?– sonó una voz femenina a sus espaldas, una voz que alguna vez lo había perseguido incluso en pesadillas –Es una reliquia familiar, es hermosa... ¿no lo crees?– le dijo al oído, mientras él se encontraba paralisado.

Las náuseas subieron hasta su garganta, formando un nudo; se volteó y como pudo, formó una sonrisa –Claro, debe ser una pieza única–.

Zabini le sonrió cómo un depredador a su presa por un segundo pero su semblante cambió al segundo siguiente, iluminando sus ojos y dándole una sonrisa tranquilizadora. Severus se sentía totalmente indefenso, incluso con más personas en la habitación.

Un cuervo hecho de luz blanca interrumpió la habitación y se detuvo frente al omega, –Ven rápido– sonó la voz de Regulus al otro lado.

–Tengo que irme, quizás es algo con mis hijos. Lamento tener que– intentó decir el mestizo mientras se apresuraba por sus pertenencias.

Parches para el aroma IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora