Capitulo 5

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Estaba estrujando a sus pequeños cuando el altavoz anunció que los pasajeros de Inglaterra a Francia, debían presentarse con su boleto en el abordaje del tren. Barty esperaba recibir un abrazo también pero Severus se volteó para recoger el equipaje de Dy y Lyn, dejando al beta con los brazos abiertos.

Cissy y Lucius rieron discretamente mientras veían la decepción en la cara de Crouch mientras el omega le daba las maletas. Un trabajador se acercó rápidamente y se ofreció a cargar con ellas, Severus aún se extrañaba de ser tratado de esas maneras tan atentas pero Barty simplemente le dió las cosas y abrazó a su amigo.

El silbato sonó, alertando a quienes aún no subían. El beta se separó de su amigo y procedió a despedirse rápidamente de los otros 3, tomó la mano de los niños y emprendió hacia la subida, dejando a un ansioso omega atrás.

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Iban saliendo del edificio dónde había sido la junta cuando no tardaron en notar un bullicio proveniente de otra calle. Caminaron rápidamente hacia el lugar y se encontraron con una barricada de aurores, protegiendo a civiles.

Regulus se abrió paso para ver lo que pasaba hasta el frente con su mano sobre su varita en su bolsillo, Severus se iba a quedar atrás por precaución hasta que sintió cómo un brazo lo apresaba y una varita ajena era clavada en su cuello, su respiración se cortó y volteó para ver a su atacante, encontrándose con un enmascarado.

–¡Hey!– llamó la atención del público con un grito.

Algunos voltearon y una parte se encontró horrorizada al notar que uno se les había escapado a los aurores, tomando un rehén. La atención cambió por completo y con eso, un par de aurores emergieron y entre ellos: Sirius.

Sirius había sido llamado para detener de nuevo a la pandilla de megalómanos que había estado aterrorizando Londres y todo iba relativamente bien hasta que una señora mayor los alertó de que uno de esos "malvados hombres" tenía un rehén.

Su comandante lo mandó para allá con dos de sus compañeros pero cuando vió a quien tenía apresado, sintió que su corazón dejó de palpitar por unos segundos, así eso fuera imposible.

El profundo negro se encontró con la brillante plata, ambos aterrorizados. –¡Bajen sus varitas!– gritó el criminal.

El Black mayor dudó en obedecer pero sus dos compañeros sí, –Bajen sus varitas– repitió el auror, obteniendo miradas de confusión.

–Black, ¿qué– intentó decir uno de sus compañeros.

–¡Ahora!– ordenó con fuerza, no podía dejar que su omega saliera con un solo rasguño.

Los otros dos obedecieron pero el agarre se afianzó, poniendo tenso el ambiente, –¡Liberen a mis compañeros si no quieren que algo le pase al omega!– amenazó el alfa.

Severus sentía que se le iría el aliento en cualquier segundo, no sabía qué hacer y el que Black estuviera cediendo a la petición de su asaltante, no ayudaba. Con la mirada pudo encontrar a Regulus casi desmayándose del susto, así que supuso que no podía contar con su ayuda.

Con la paranoia encima, el atacante ordenó que rodaran sus varitas hacia él, orden que fue acatada por los dos aurores en las esquinas. Sirius tenía la suya en el suelo hasta que volteó a ver a Severus, se veía asustado pero discretamente estaba sacando su varita de su bolsillo, así que decidió atraer la atención del "caballero" para que no atacara.

–¡Dije que la ruedes, Black!– exclamó.

El omega zafó el brazo y subió su varita pero no contó con que el alfa desconocido, reaccionaría rápido, comenzando a forcejear con él. Los tres aurores se apresuraron por sus varitas para apuntarle al criminal pero Sirius corrió hasta taclear al atacante, dónde ya en el sueño, lo golpeó para romperle la nariz, incluso con la máscara.

Varios jadeos se escucharon pero el Black se centró en auxiliar al Prince mientras que sus compañeros apresaban al criminal. –¿Estás bien?– preguntó sumamente preocupado.

–¡Severus!– exclamó el Black menor a sus espaldas.

Vió las intenciones del omega de huir pero no iba a permitir eso, aunque olía su pánico. –No puedes irte, tienes que ir al departamento de aurores para hacer una declaración–

–No finjas, Black, haz el reporte por mí– respondió el contrario entre dientes.

–Los niños están bien, están con Malfoy y Narcissa ¿no?– el omega desvió la mirada para evitar responder.

–¿Dónde están los niños?– preguntó con ansiedad, esos últimos días había hecho las paces con la idea de tener hijos y el pensamiento de que podrían estar en peligro, lo alteraba.

–No tengo porqué decirle nada sobre MIS hijos, auror– justo cuando terminó de decir eso, Regulus interrumpió, para sacarlos de ahí.

Caminaron hasta que salieron de la vista del público y el menor propuso ir al departamento de aurores, lo más pronto posible para terminar con eso. Sirius estaba por tomar a Severus para hacer la aparición pero en cambio, el más bajo tomó a su hermano y lo hizo él mismo, dejando al auror solo en la calle.

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Llevaban al menos 10 minutos desde que habían entrado en la oficinal del auror, 10 minutos en un silencio que nadie quería romper.

–¿Vas a preguntar lo que quieres o no?– inició Prince.

–Ya lo hice, ¿dónde están los niños?– insistió el Black mayor.

–No creo que eso sea relevante para su informe ¡auror!–

–¿De verdad vas a fingir que nada pasa?–

–¡Son mios, de mí y yo!– no le importaba que eso fuera una aberración gramatical, necesitaba dejar su punto en claro.

–¿Simplemente vas a fingir que no existo?–

–¡Ni siquiera sabes si son tuyos!–

–¡Sé que lo son!–

–¿Por su apariencia? usé un glamur, genio–

A todo esto, los gritos seguían y Regulus estaba quieto en su silla, viendo cómo su hermano y su mejor amigo se atacaban verbalmente.

–¿Sabes qué? ¡no me importaría si no son mío porque te amo!–

El lugar se quedó en un silencio sepulcral y así se quedó porque el más bajo se negó a responder, saliendo de la oficina y dejando ahí a su amigo.

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–¡Oh, Severus! ¿Cómo te...?– intentó preguntar Cissy, siendo olímpicamente ignorada.

Sev siguió su camino hasta la habitación que le habían asignado. Hasta que llegó y cerró la puerta de golpe, no quería que sus amigos lo vieran llorar.

Aunque no lo admitiría después, estaba haciendo una pataleta dentro de su habitación, gritaba y externaba su frustración mientras su parte racional solo agradecía haber puesto un encantamiento para insonorizar desde el primer día.

Siguió por unos minutos más hasta que se le acabaron las lágrimas, se arropó en su cama sin importarle la ropa que traía, se despegó los parches porque no iba a salir en los siguientes días, no tenía ganas de hacerlo. 

Parches para el aroma IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora