IV

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La joven volvía de aquel doloroso recuerdo para contestar la oferta del pirata inglés. Mientras tanto, ambas tripulaciones luchaban por mantener su navío a flote. Era casi imposible para los franceses ganar la batalla a marineros tan experimentados. Los capitanes de ambas tropas se miraban fijamente esperando la respuesta de la princesa.

- Está bien, te ayudaré a robar el tesoro más hermoso y preciado de Francia.

- ¡Princesse! Debe estar bromeando. Una joven de su linaje no puede cerrar tratos tan ruines con un sucio pirata – intervino desesperado el capitán del navío francés.

- Mi decisión es definitiva. No intervengas – contestó mirándolo con ojos furiosos.

- Es mi deber llevarla al palacio; no permitiré que se la lleven – dijo mientras apuntaba con su espada hacia la barbilla de Inuyasha.

- No me hagas reír. Tú no matarías ni a una mosca, además te haces llamar capitán de este barco cuando en realidad el mejor amigo de Kouga está a cargo.

- Deja de decir tonterías – bufó mientras intentaba enterrar la espada en la garganta del pirata fallando.

- Pero hay algo que no entiendo ¿Por qué no ha salido a proteger a su princesa? – dijo al momento de esquivar la espada.

- ¡Excelente observación Taisho! – gritó un joven que salía del camarote perteneciente al capitán.

- ¿Cómo has estado Bankotsu? – cuestionó al capitán real del navío.

- No tan bien como quisiera. Hazme el favor de alejarte de mi tripulación, de mi princesa y de mi navío – ordenó con una sonrisa burlona.

- ¿De tu princesa? ¿Acaso es ella tu nueva prometida? – comentó con la misma sonrisa que había recibido del capitán.

- Ella será mi esposa muy pronto, vete de aquí – advirtió nuevamente con seriedad.

- Lamento no cumplir tus deseos.

En un rápido movimiento Inuyasha tomó a Sango por la cintura y disparó su garfio hacia el barco pirata, ambos se elevaron para llegar al navío inglés donde la mitad de su tripulación esperaba órdenes. Bankotsu intentó llegar al barco enemigo pero la orden de disparo a los cañones fue indicada por el peli-plata quien disfrutó ver la caída del mástil francés.

Bankotsu sonrió para sí, era cierto, falló; pero eso no impediría su llegada a Francia. Él no estaba dispuesto a rendirse como su mejor amigo lo había hecho algunos años atrás.

Mientras se alejaban del navío francés, Sango observaba a su tripulación y la mitad de la tripulación inglesa abandonada en medio del mar...

- No te preocupes por ellos. Tu secreto no se sabrá, es lo que importa- le dijo el pirata inglés al oído.

- No soy tan cruel, ellos sirven a mis padres y no me parece justo que mueran de esta manera. Además, tus tripulantes también se han quedado ¿acaso no te importa lo que suceda con ellos?

- Si eso te preocupa enviaré un barco para que los recoja. Por supuesto lo haré después de robarme a la Princess Kagome.

- Claro, se me olvidaba que eras un pirata y tus ambiciones están primero.

El joven de ojos ámbar sonrió ampliamente a la princesa de Francia en respuesta a su comentario.

- Y dígame princess Sango, ¿Cómo deberíamos cerrar nuestro pacto? ¿Como una dama a un pirata o de un pirata a otro?

- En estos momentos yo soy princesa de Francia no un pirata, quizá sería correcto sellar el pacto de doncella a doncella, ¿no crees?

Al sentirse ofendido cortó la palma de su mano e hizo lo mismo con la princesa y ambos cerraron su pacto con sangre. Cualquiera que lo rompiera estaría condenado por la eternidad a una vida de sufrimientos y desdichas. La joven quitó su mano para limpiarla, pero el inglés lo impidió lamiendo la mano de Sango lo cual extrañó por completo a la joven.

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora