VI

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El pirata salió un momento del salón y recordó con detalle las palabras que había dicho al francés antes que la fiesta diera comienzo.

- Es increíble que quieras casarte con la hermana de la mujer que amas- dijo el inglés a Kouga molesto.

- Este no es asunto tuyo Inuyasha- miró al cielo mientras sonreía- sabes bien que Sango no me corresponde.

- Si fuera tú no estaría tan seguro. Dime Kouga ¿caerás tan bajo al casarte con Kagome sólo para estar cerca de Sango?

Kouga fijó su mirada en el oji-ámbar mientras sentía su cuerpo arder ante la furia de su impertinencia, sin embargo, tenía razón. Él no amaba a la princesa menor sino a Sango.

- Tienes toda la razón – agachó la mirada- soy un estúpido.

- Esa no es la única razón por la cual pienso que lo eres – sonrió – deberías decirle lo que sientes.

- ¿Desde cuándo te interesan las cosas relacionadas con el amor? – preguntó y lo miró con atención.

- Desde que me enamoré – respondió y sonrió a Kouga con un rostro lleno de sinceridad.

Ambos permanecieron callados durante unos minutos hasta que Miroku, quien salía del palacio, se acercó a ellos con una amplia sonrisa.

- ¡Amigo Taisho! – vociferó el pirata – ¡qué gusto verte!

- Lo mismo digo Miroku – correspondió la cortesía regalándole una sonrisa llena de sarcasmo – me informaron que te alejaste de la piratería hace más de un mes, ¿qué sucedió?

- Pronto sería rey de Francia así que... – dijo mirando al francés con burla – decidí dejar mi vil y sucia apariencia para no perjudicar el linaje de mi princesa.

- Vaya... me sorprende que recuerdes esas palabras – señaló Kouga con una sonrisa melancólica.

- Jamás olvidaría los detalles del día en el cual mi mejor amigo intentó llevarse a mi verdadero amor.

Inuyasha miraba con atención a ambos y se limitaba a escuchar sonriendo ante la incómoda situación. Después de todo Miroku se convertiría en el esposo de Sango y nada podría impedirlo ni siquiera el gran amor que el peli-negro sentía hacia la princesa mayor.

- Me dijiste que no la amabas – reprochó Kouga apretando sus puños - ¿acaso mentiste?

Miroku miró hacia el salón donde se llevaría a cabo la fiesta de máscaras y suspiró.

- Era la verdad – declaró al francés con seriedad – jamás te mentí.

El francés no respondió y prefirió esperar los detalles de aquella declaración.

- Cuando la mirabas sentía celos, pero no los suficientes. En esos momentos mi corazón le pertenecía a otra mujer – explicó al tiempo que se sentaba al borde de la fuente – no me di cuenta de mis verdaderos sentimientos hacia Sango hasta que nos separamos para seguir nuestro camino como piratas.

- Yo la amé desde el primer momento en que la vi– declaró a Miroku con furia – no tienes derecho a separarla de mi.

- Tienes razón Kouga – interrumpió la plática el peli-plata y se acercó hacia los jóvenes – él no tiene derecho a separarla de ti, pero te recuerdo que fuiste tú quien la alejó. Es mejor que te enteres ahora, me llevaré a Kagome a Inglaterra y yo seré su esposo.

- ¡No puedes hacerlo! - reclamó con disgusto.

- ¡No permitiré que utilices a Kagome para estar cerca de su hermana! – enunció con furia el joven inglés dando una mirada desafiante al peli-negro – Es absurdo.

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora