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El barco pirata mantenía su ruta hacia Francia ya con la bandera pirata escondida. Las velas que revelaban la identidad del pirata más temido en aguas europeas, habían sido cubiertas por otras completamente blancas. La tripulación había cambiado sus ropas al igual que su capitán. La noche cayó y los rayos de luna iluminaban las gotas de rocío que descansaban sobre la piel de la princesa quien se encontraba recargada en la madera a un costado del barco. Su cara parecía iluminarse con una especie de resplandor divino, sin duda esa era la hermana de la mujer que sería su esposa. La alegría de mirar las luces de su nación atraía a Inuyasha quien la miraba atentamente.

- Capitán, hemos llegado.

- Excelente...- dijo con una sonrisa llena de satisfacción – Princesa... debemos preparar nuestra llegada.

- Tienes razón, deberás causarle una buena impresión a mi hermanita – sonrió para sí – primero deberás conseguir ropas más elegantes.

- ¿Acaso las mías no te agradan? - la miró con cierta incomodidad.

- No es eso... debes mezclarte...- comentó nerviosa.

El inglés sonrió con picardía y se acercó a la princesa con intenciones de abrazarla; sin embargo, la joven francesa se alejó para no recibir contacto alguno con el pirata.

- ¿Nerviosa? - preguntó el inglés con sorna.

- ¿Por tu causa? Claro que no. - respondió segura la joven mientras caminaba hacia el borde del barco.

El pirata se acercó de nuevo para abrazarla por detrás lo que provocó la princesa suspirara. Inuyasha se sintió satisfecho por la reacción que la francesa le había regalado y, aprovechando la incomodidad de su cercanía, obtendría más información acerca de una de las joyas más exquisitas e importantes de Francia; el French Blue. El peli-plata rodeó con su brazo derecho la cintura de la joven y con su mano izquierda sostenía la barbilla de la princesa para rozar sus labios.

- Suéltame. - demandó la joven forcejeando para soltar aquél agarre.

- No. – contradijo el inglés apretando más a su cuerpo a la chica – antes, necesito que me hables acerca del French Blue... – declaró sonriendo con picardía.

- Ya casi llegamos... – dijo la muchacha intentando terminar la conversación.

- Lo sé...- declaró recorriendo con su mano derecha desde la barbilla hasta la cintura de la joven – por eso debes apresurarte... – exigió lascivamente acercándose al oído de la francesa – Habla...

Los nervios impidieron que la princesa hablara sobre la joya que Luis XVI había obsequiado a su madre como regalo de bodas. El pirata esperaba ansioso su respuesta, pero la mujer no habló. Luego de unos incómodos minutos, que al pirata le parecieron una eternidad, optó por soltar la cintura de la nerviosa joven para dispersar el calor que había provocado en aquél frágil e inocente cuerpo.

- Es una joya hermosa, se dice que quien la mire directamente quedará hipnotizado por la eternidad y jamás conseguirá ser feliz, se dice que es una gema maldita...

- Ok... robaré ambas joyas – dijo sonriente – Francia perderá dos cosas valiosas hoy.

- ¿Por qué es tan importante destruir la reputación de mi país para usted?

- No sólo quiero destruir su reputación. En estos momentos una Guerra Santa se lleva a cabo entre Inglaterra y España... – comentó y sonrió con melancolía – Elizabeth I lleva una ardua batalla contra los reyes católicos.

- ¿Una guerra? – preguntó sorprendida la francesa - ¿Por qué habría problemas entre su país y los españoles? ¿Acaso los españoles atacaron sin razón?

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora