Habían pasado cinco días y en el orfanato no pasó nada extraño ni faltaba nadie, tuve que hablar con Verónica para ver si nosotros tres ignorábamos algo, yo sabía que sí, había una pieza que faltaba en todo este caso.
Lo único que me supo decir fue "no hemos comido lo mismo de siempre desde que están aquí", cuando me dijo eso no le tomé importancia, supuse que era normal, había invitados y la calidad de la carne que ofrecerían sería mayor, era debatible si estaba bien o mal, pero ese no era el caso, mientras que Verónica me decía eso percibí que la anciana rectora nos vio, pero se fue.
Me fui un rato a mi habitación para platicar con el asistente y la bella mujer, ellos tampoco habían notado algo extraño, pasamos todo el día hablando de posibilidades, seres de otros mundos, brujas, nazis, criaturas del infierno, niños huyendo por la búsqueda de libertad. Cualquier cosa era factible en ese momento.
Me recosté por la frustración en la cama, sentí unos picos en las posaderas, iba a revisar el bolsillo trasero de mi pantalón cuando pasó un niño corriendo por el pasillo.
- ¡Ya está la cena! -Los tres suspiramos, teníamos que conseguir algo esa noche, si no todo habría sido en vano.
Nos levantamos y nos dirigimos al comedor.
Cuando estábamos a unos pasos de llegar detectamos algo, un olor muy fuerte, se estaba quemando algo. Corríamos para ayudar, pero para cuando llegamos el viejo de las calderas ya lo había solucionado, con el susto a todos se nos fue el hambre, los jóvenes se dispersaron por todo el orfanato un rato y luego se fueron a acostar por órdenes de la anciana rectora.
Regresamos a nuestra habitación, en mi mente repetía la frase que me había dicho Verónica horas atrás, "no hemos comido lo mismo de siempre desde que están aquí", estuve así por más tiempo, para la madrugada tomé una decisión.
-Necesito que venga conmigo ahora, les explico en el camino.
Nos dirigimos a la habitación de la rectora, le tocamos la puerta hasta que abrió, ella estaba sorprendida, pero no tuvo otra opción más que conceder mi petición, si no yo lo haría a la fuerza.
La mujer despertó a los otros dos viejos, a la otra señora la necesitaba porque ella tenía las llaves del almacén y al señor porque él conducía el vehículo que tenían.
Una vez estando los seis listos, nos dirigimos al lugar sin más obstáculos, la rectora abrió el depósito, todos entramos, pero yo fui el último, me aseguré de cerrar bien la puerta, todo acababa esa noche. Bajamos por unas escaleras de caracol que había dentro, fueron como dos metros aproximadamente.
Lo primero que vimos estando abajo fueron una gran cantidad de refrigeradores, decena de ellos, al abrir el primero que encontré, me percaté de que estaban llenos de envases con etiquetas con nombres, estaban repletos de albóndigas.
- ¿Por qué hay tantas albóndigas en estos refrigeradores, señora?
-No creo que lo entienda, después de todo es periodista y no cuida niños, pero se lo explicaré. Es la comida preparada para cada niño.
Ahí se metió el asistente y dijo que esa era demasiada comida, superaba con creces cualquier reserva de hombres ricos.
Entonces tomé uno de los envases, lo abrí, lo olfateé por un largo tiempo, miré a la anciana con frialdad y firmeza. Le ordené que llamara a la niña, mientras que con el dedo índice golpeaba la etiqueta con el nombre escrito en el envase, decía Verónica.
La rectora se quedó completamente callada mientras mis compañeros se notaban intrigados.
Apunté al resto de envases con albóndigas que estaban en el refrigerador.
- ¿Esta carne es la comida para los niños o son los niños? -Todos se quedaron atónitos, mientras que yo sacaba algo de mi bolsillo trasero.
El viejo de las calderas intentó dañarme con un pedazo de fierro oxidado que tenía cerca, pero yo reaccioné más rápido, antes de que lo lograra, le enterré un par de colmillos de lobo directo en la tráquea y los saqué a la misma velocidad.
El asistente no tardó en deducir lo que pasaba, pero antes de que se abalanzara, lo alcancé e hice lo mismo que con el viejo, le enterré los colmillos por debajo de la barbilla y una vez que se desestabilizó, lo hice también en su cuello.
Las tres mujeres estaban en shock, de manera irónica dos eran asesinas, pero nadie de las que estaba reunidas en ese oscuro lugar reaccionó, estaban paralizadas, salpicadas de sangre y no sé qué tantas cosas pasaban por sus estúpidas mentes.
Tomé del suelo el fierro oxidado con el que anteriormente me querían dañar, respiré profundo y al momento de sacar el aire de mis pulmones impacté directo al cráneo de la bella mujer, hasta ahí llegaba su historia, no sé cómo pudo tragarse el cuento de que le había creído todas sus hazañas de santa, algo muy ridículo por parte suya.
Las dos viejas seguían congeladas, estaban tiesas viéndome matar a todos, mi rostro estaba lleno de sangre y solo se quedaron ahí, las acomodé una enfrente a la otra y de tal forma que se pudieran ver a la cara también, luego de eso las atravesé con el fierro, ¡¿quién lo diría?! Fue muy útil esa noche.
Había llegado el final del camino de mi apoteosis, todo gracias a la sangre de éstas personas tan viscerales, lo mórbido es más que divinidad en mi ser.
Como habrán notado, esta es mi carta formal en donde acepto que yo cometí todos esos asesinatos, pero tranquilos, sé que ya son muchas muertes, pero debo finalizar la historia.
Antes de irme del orfanato me encargué de los jóvenes, ya no se mortificarían por nada en su vida, fui muy piadoso a mi parecer, soy el salvador que necesitaban para poder dejar de sufrir tantas maldades.
Regresé a mi hogar, a mi vida de siempre y no hubo ninguna muerte más, estuve tranquilo por años.
Hace unas noches recordé todo esto mientras dormía, resulta que hablo mucho dormido y mi pareja estaba despierta a mi lado, supongo que fue como dijo aquella vez el detective y es "obra del destino".
Lo bueno de todo esto... Es que hoy comeré albóndigas.
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NOCHES DE DESVELO
HorrorAntología de historias de terror, se abordan distintos géneros e híbridos, subiré historias completamente originales. ¿Te atreves a leer todas las historias?