EL SECRETO (Parte 1)

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Sábado 19.

Era una noche fría y obscura, el cielo estaba despejado y la luna brillaba de forma sublime, era una excelente para sentarse a contemplar el paisaje que poco a poco se convertiría en algo sombrío.

Santiago Palacios, un hombre promedio que trabajaba como profesor de universidad, se encontraba cojeando y dejando un pequeño rastro de gotas de sangre, su pierna estaba herida, a una mordida en la pierna izquierda lo había dejado casi inmóvil de esa extremidad.

El hombre estaba débil después de varios golpes y la mordedura, se iba moviendo como podía por unos de los pasillos del instituto donde trabaja. Una vez que llegó al jardín interior, tomó una piedra para lanzarla en una ventana y así hacer que sonara la alarma, de esta forma irían a ayudarlo, unos minutos después realizaría tal acción con las pocas fuerzas que le quedaban, sabía que era su única esperanza.

La ventana hizo un escándalo al ser atravesada por la piedra, una gran cantidad de vidrios cayeron en el azulejo y como había previsto, la alarma comenzó a sonar a lo lejos, suspiró y...

Su pierna sangraba cada vez más.

El hombre cayó de rodillas contra el suelo, jadeante se trató de levantar una vez más y lo consiguió. <<Sólo tengo que aguantar un poco más.>> Prosiguió a ir a esconderse en el salón más cercano a la entrada principal, sabía que si lo lograba sería muy probable que saliera de esa situación. <<No deben tardar.>>

Santiago por un momento pensó que lograría llegar hasta la salida, apresuró el paso (aunque no le servía de mucho), estaba prácticamente arrastrando su pierna ensangrentada. << ¡Puedo lograrlo! >>

La piel se le erizó, a unos metros de él, del lado derecho, la imponente sombra de su atacante se dirigía hacia Santiago.

- ¿A dónde crees que vas? -cuestionó una voz grave y fuerte.

El sonido era escalofriante, el hombre quedó congelado.

-No debería intentar escapar, sólo aplaza lo inevitable y me hace perder tiempo.

Santiago comenzó a llorar. -Ya le dije que le pedí perdón, no lo hice con esa intención.

-Tú y yo sabemos que eso es mentira, estoy aquí para que pagues las consecuencias de tus actos con ayuda de mis colmillos, haznos un favor y sólo acéptalo.

El hombre nuevamente cayó al suelo sin fuerzas -ya se lo dije, yo no quería dañar a nadie con eso.

- ¡A mí no me engaña! -le gritó y después le gruñó.

-La niña es una mentirosa, yo no le hice nada, lo juro...

Una de las lámparas de la explanada hacía que se viera la sombra de él, se notaba que estaba ahí tirado en el suelo. En la oscuridad una mirada profunda y aterradora asechaba fijamente al señor Palacios.

-El día de hoy pagará por lo que hizo, no volverá a dañar a ninguna jovencita.

En la sombra se podía observar como la criatura colocó el pie sobre la garganta de Santiago, poco a poco aplicaba más presión provocando que el hombre batallara para respirar, tocía y escupía sangre que le caía a el mismo.

Con las pocas fuerzas que le quedaban, intentó quitarse el pie de encima, sin embargo no pudo, había perdido demasiada sangre y le faltaba aire, en su mente estaba considerando rezar como última opción <<Padre nuestro que estás en el cielo...>>

La criatura le quitó el pie de encima y se ocultó en la absoluta obscuridad.

El silencio inundó el lugar.

- ¿Me salvé? ¿Ya acabó todo? -dio un gran suspiro- ¡Gracias, Dios!

<<Rezar funcionó... Imposible. >>

De pronto un gran rugido surgió del lado oscuro, Santiago se dio la vuelta y se intentó arrastrar bruscamente hacia la salida, pero avanzaba lentamente sin ningún avance considerable.

La criatura tomó de los pies al hombre sin salir a la luz, lo jaló con gran fuerza para llevarlo a un área en dónde masticarlo.

- ¡Ayuda!... ¡Ayuda!

La bestia volvió a rugir opacando los gritos del señor.

En la oscuridad se escuchaba como huesos eran triturados y a la criatura masticando con gran ferocidad a su víctima, la sangre iba escurriendo hasta salir de la oscuridad, finalizaba con la luz que emitía una farola cercana, estaba comenzando a parpadear, le faltaba poco para fundirse.

La bestia lanzó un miembro del hombre hacía la farola provocando que se rompiera y de esta forma quedando a oscuras más espacio de la explanada.

El sonido producido era tal que si alguien lo escuchara le causaría una enorme repulsión y horror, aún se escuchaba al hombre agonizando, gritos de dolor retumbaban en la institución, una agonía corrompía el ambiente del lugar.

Un minuto más tarde se escuchó un crujido fatal y el silencio de nueva cuenta se adueñó de la zona.

NOCHES DE DESVELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora