Me encanta el amor, ese amor del bueno, ese amor que ayuda, apoya, libera, me gusta ese amor que con el tiempo se cimenta y crece, cómo un cerezo fuerte que aguanta la inclemencias del clima, y que da bello fruto, ese amor del bueno que eriza la piel con cada beso, que cada abrazo es la unión de dos corazones latiendo sincrónicamente, en ese baile de latidos que es casi un idioma entendido sólo por sus partes, que cada noche es de deseo y pasión por dormir y despertar con la misma persona, ese amor del bueno que hace que cada caricia sea el deslizante tacto de la palma por un tobogán de sentimiento y amor inconmensurable, amor del bueno que une vidas y almas...
El amor nos puede conducir con grandes enmiendas, abre brecha en tu armadura, y te descubre el pecho para la estocada certera a tus anhelos, miedos, metas, planes... Y se basa en la férrea confianza en que en lugar de estocada, haya caricias y apoyo en tu brecha, la vulnerabilidad del amor es también lo más bello del mismo, que hermoso son los ciclos del amar, a veces cálidos y dulces cómo el fruto de mango sucumbiendo a la mordida, a veces ásperos y apasionados cómo el deseo consumado, cómo el bravo río arrastrando piedras con ferocidad, ese es el amor, el amor del bueno, mi amor por tí y el tuyo por mí; cálido y acogedor cómo una hoguera, apasionado cómo el artista en su mayor obra, protector cómo el lobo salvaje con sus crías, bendito amor y sus caminos, bendito en encontrarme contigo y tu conmigo.
