2»𝐔𝐧 𝐡𝐞𝐥𝐚𝐝𝐨«

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— Mis amores, hemos llegado.

La voz de papá provoca que caiga a la realidad, gracias a que me había perdido por completo en la letra de la canción que está puesta.

— Oh —exclamo cogiendo mi bolso blanco, y me quito el cinturón—. No te preocupes papá, yo me bajo sola. —anuncio cuando noto que tiene intensiones de ayudarme.

Él sonríe asintiendo con la cabeza, y entonces salgo del auto.

Cuando mi vista choca con esa imagen mi estómago se revuelve ante los nervios.

Es Samanta frente a la heladería, está guapa como siempre, pero ella no es el problema. El problema es el chico que está al lado de ella.

Es alto, de cabello castaño, delgado pero aun así, gracias al jersey en tres tonos diferentes de gris —de forma horizontal— se nota que hace ejercicio.

Lo detallo espaldas, pero cuando escucho las puertas detrás de mi cerrarse ya sé que es momento de acercarse.

«Ni me dijo que traía a un invitado»

— Cariño vamos. —la voz de mamá llama mis ojos y éstos, desorientados, chocan con los suyos.

Asiento inconsciente, pero nos ponemos a caminar.

Mientras logro tener un mayor campo de visión del chico, noto sus ojos almendrados, su nariz proyectada, y sus labios finos con su rostro un tin cuadrado.

En fin, las habilidades de una escritora.

— Buenos días. —la voz de papá provoca que parpadee relamiendo mis labios y aparte la vista.

— Buenos días para usted también. —Samanta devuelve el saludo.

— Buenos días. —mamá también se suma, y todos me miran a mi.

— ¡Ah!, eh... Buenos días —saludo torpe gracias a mis nervios.

Mi mejor amiga me echa una miradita, y ya sabe.

— Les presento a mi primo Darking Ross. —ella anuncia.

— Un gusto. —el mencionado asiente con la cabeza.

— Igual. —mis padres y yo devolvemos el saludo casi al mismo tiempo.

— Entonces ¿vamos? —madre anima, y me dispongo a seguirlos, mirando por unos instantes la espalda del chico que me queda más alto de la cabeza.

Sólo hasta que una mano me agarra el brazo y me separa de ellos.

— Darking no me trae paz. —la voz ronca de papá en ese tono molesto no me pasa desapercibido.

Le ha caído mal, eso es seguro.

— Papá, no sabía que vendría alguien más. —confieso—. Además ¿por qué lo dices?

— Porque noté su mirada —trago en seco conociendo lo que dice— y te puedo decir que no es de fiar —tomo aire para responder pero él continúa—: aunque sea primo de tu mejor amiga.

— Lo sé, papá —aseguro—. ¿Cómo crees que después de verme así en la casa voy a lanzarme a los primeros brazos que se extiendan? —pregunto sonando obvia, pero el nudo en la garganta me delata.

Él se relaja entero, y me dedica una mirada en disculpa.

— Sí perdón... —murmura soltando mi brazo—, es que no quiero que te suceda otra vez.

Me giro completamente hacia él, regalándole una sonrisa cerrada.

— Gracias papá —lo envuelvo en un abrazo—, sé que lo haces por mi bien.

Estrellas y LUNA © [#1] (En Pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora