Prólogo.

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Seoul, Corea del Sur. 

03 de junio de 2013.

Un joven Hyunwoo dormía plácidamente en el sofá marrón de su hogar. Había sido un día un poco movido, yendo de aquí a allá. Antes de sucumbir al cansancio, se hallaba viendo alguna serie de adolescentes que estaba de moda, con el fin de esperar la llegada de su padre pues, necesitaba mostrarle sus nuevas adquisiciones. Sin embargo, el sueño lo venció en algún punto de la noche.

El sonido de la puerta, acompañado del tintineo de unas llaves siendo depositadas en algún mueble, logró despertarlo. Se reincorporó en el sillón, tratando de despabilarse. Talló sus ojos unas cuantas veces.

—Hey campeón, hazme espacio —dijo su padre, a la vez que se sentaba a su lado y soltaba un suspiro que evidenciaba su agotamiento.

Son Siwon era un hombre de 36 años que llevaba una vida un poco complicada como papá soltero de dos niños. Tenía un trabajo mediocre, con un salario que lo era todavía más. A pesar de ello, a sus dos pequeños nunca les hizo falta nada; eran su orgullo y su adoración. Por algo se mataba todo el día trabajando, incluso horas extras, justo como hoy.

—Hola papá, ¿día divertido, eh? —preguntó Hyunwoo con la ironía de un chico de su edad.

—¿Qué haces despierto? —preguntó su padre, pasándose la mano por los cabellos y recargando su cuerpo en el respaldo del sofá.

Su hijo lo miró con consideración. Sabía que su padre se esforzaba mucho por ellos, y la mayoría de veces se sentía culpable porque esto fuera así.

De pronto, Hyunwoo recordó la razón por la que había estado esperando a su padre.

—¡¿Qué hora es?! —chilló con emoción y miró el reloj de la mesita del costado que marcaba las 12:00 de la noche en punto—. El cumpleaños de Rei es hoy —el chico lo analizó entrecerrando los ojos—. Espera... no me digas que olvidaste el pastel, papá.

Al escucharlo, el señor Siwon maldijo por lo bajo, llevando sus dedos al puente de su nariz con obvia frustración. Había olvidado el cumpleaños de su hija. Hoy cumplía 10 años y había prometido a su hijo mayor traer un pastel.

Él sabía perfectamente el amor genuino que tenía su hijo por su hermana. Otra de las razones por las que sentía que cualquier sacrificio que hacía por sus retoños, valía completamente la pena. Los había educado de la mejor manera.

—Iré por él en la mañana, lo prometo.

—Bueno —ignorando lo ocurrido, el chico se reincorporó en su lugar—. Mira lo que le he comprado.

Hyunwoo sacó del bolsillo trasero de su pantalón una caja y la extendió a su padre. Al abrirla, dejó ver un hermoso relicario dorado con la figura de una abeja dentro. Era realmente hermoso.

Había esperado toda la noche para poderle enseñar a su papá el regalo que tenía para su hermana.

—Vaya, es muy lindo, hijo. Espera, ¿Y de dónde sacaste el dinero? —lo miró enarcando una ceja.

Acostándose del otro lado del sofá, el pequeño Hyunwoo respondió con sarcasmo.

—Drogas, vendo drogas duras, papá.

—Oh bien, entonces puedes ayudarme a pagar la renta de la casa. Seguro es mejor que lo que hago —le regresó el collar y tomó el control de la TV para buscar algo que mirar.

—Eso quisieras —al guardarlo de nuevo en su bolsillo, se acomodó mejor en dirección a la TV. No supo en qué momento cayó rendido ante el sueño.

H O S T • ˢʰᵒʷᵏⁱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora