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Zheng Xi mantiene las cosas simples, solo centrándose en los hechos más básico y superficiales. El tono cansado y monótono que utiliza no brinda una imagen clara de sus pensamientos, pero Mo comprende que el chico está lidiando con mucho, rememorando el primer año en que Jian Yi se fue.

Su descanso no deseado termina siendo provechoso. Al final, acuerdan reunirse ese sábado, en la cafetería que solían frecuentar en la escuela media, sin establecer un horario en específico, conscientes que desde Chengdú hay un trayecto de aproximadamente 9 horas.

Con los puntos principales pactados y la llamada finalizada, Mo se dispone a guardar en una pequeña mochila algunas cosas que necesita, su expresión más sombría que molesta. Samuel lo observa desde el otro extremo del almacén sin atreverse a inquirir pese a que tiene un sinfín de interrogantes atosigando su cabeza, consciente que la intromisión no será bienvenida.

Para disimular la preocupación y la incomodidad de sentirse inútil, Samuel opta por acomodar alguna que otra cosa fuera de lugar, su intención se ve aplastada por el hábito de Mo de mantener el lugar ordenado y, prontamente, el alfa se queda sin excusas para justificar su presencia un segundo más.

-Avisame si necesitas ayuda con algo, Krasnyy.- dice con voz suave, la inquietud escapando de sus poros. Mo asiente distraídamente, su mirada fija en el interior de la mochila, posiblemente enclaustrado en su cabeza.

El gesto escueto orilla a Samuel a presionar por una respuesta diferente, alarmado ante la inusual muestra de inexpresividad de alguien con una personalidad naturalmente explosiva.

-Piensa en lo que te dije. No me importaría tenerte en mi apartamento.

El doble significado tarda en asimilarse, Samuel incluso puede entrever los engranajes girar en la cabeza del omega, finalmente, el ensimismamiento nebuloso es roto y la atención del pelirrojo traída al presente. Ahí está. Ojos irritados y expresión malhumorada.

-¡Ya vete!- gruñe Mo. Samuel se da unas palmaditas en la espalda como felicitación.

...

Toma el primer tren que parte de la estación a las 5 de la mañana y calcula que estará llegando a mitad de la tarde. Sus ojos están un poco enrojecidos por el cansancio; sin embargo, el sueño es difícil de conseguir con las preguntas avasallando sus pensamientos como malditos petardos.

Nunca ha sido bueno para lidiar con la incertidumbre y, definitivamente, la paciencia no es su principal virtud. Simplemente, estar entre el conocimiento y la ignorancia no es algo que funcione para Mo y la situación actual es, en definitiva, la representación de un largo esquema con información a medio completar.

Es así como el bucle de viciosa preocupación vuelve a repetirse, orillando a su mente a ir de Zheng Xi a Jian Yi una y otra vez sin descanso. Consciente que lo que sea que haya acontecido en la vida de Jian Yi los últimos tres años debió ser lo bastante complicado como para obligarlo a separarse del beta castaño. No es un secreto ni una exageración que, de haber estado en su potestad, Jian Yi se hubiera prendido como una estúpida lapa a Zheng Xi.

Una espina incómoda se aloja en su pecho ante el reconocimiento anterior, como un agujero negro que se expande y succiona todo el calor de su cuerpo, dejándolo como un cascarón vacío. El tiempo lo ha convencido que la relación con He Tian no fue ni será tan significativa e importante como la de ambos betas. Hubo muchas cosas que no se dijeron y promesas que no se realizaron y, aunque Mo admite que hubo un tiempo donde pensó que no existía fuerza que alejara a un obstinado He Tian de su lado, solo bastaron dos palabras para destrozar todo lo que Mo había plasmado en un beso.

Un Día En El FuturoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora