𝐕𝐈.

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Damiano.

Entonces es la guerra. Pensaba en aquellas palabras a todas horas, cuando ensayaba y cuando bebía. Cuando me metía la mano en los pantalones. Cuando me corría. Era, para entonces, un puto dolor de cabeza para mí. Léonie se había metido dentro de mí, como un virus, un parásito, y me estaba comiendo vivo. Me estaba dejando sin fuerzas, jugando su juego a base de efímeras miradas y largas. Me evitaba cuando ella sabía —porque debía saberlo perfectamente— que yo la buscaba. Me había dejado allí plantado, esperando un beso en la boca y una noche larga con ella. Pero no me había concedido ni siquiera eso. Buenas noches, Damiano. Mi nombre sonaba tan bien en su boca que había soñado con ella. Estaba claro que, de querer ganar la guerra, ella lo tenía más fácil que yo. Yo era un tío duro, con las ideas muy claras. Atacaba más rápido. Pero ella era, sin embargo, un veneno. Mataba lento. Muy poco a poco. Hacía que me escociesen las venas, que quisiera arrancarme la piel y gritar que parase, que me dejase en paz.

A lo mejor ella no quería nada de lo que yo me estaba montando en la cabeza. Puede que fuera yo el único obsesionado. Puede que, en el fondo, todos sus intereses estuvieran puestos en el puto Basil. Su canción era una mierda, un intento indie de conquistar el corazón de las eurofans. Pero es que eso nunca funcionaba, joder. No podía creerme que él fuera a tenerla, y no yo. Ya no sólo por el físico, sino por su puta personalidad, y es que era el tío más soso y lameculos que había conocido nunca. La cara que puso el día del ping-pong fue un puto cuadro, y estoy seguro de que deseó ponerse tras la francesa para que ella lo protegiera de mí. Obviamente nunca llegaría a lo físico: una hostia y estaba descalificado. Pero se la merecía, una entre los dientes.

Bebía café nervioso, fuera del hotel para poder fumarme un cigarrillo, mirando las historias de la cuenta de Instagram de Eurovisión. La primera era anunciando las fechas de las semifinales, y la segunda era una panorámica del espacio social del hotel. Y allí estaban ellos, riendo y saludando a la cámara como dos putos enamorados. La gente hablaba de ellos en Twitter, de la pareja tan cuqui que hacían. A mi parecer no tenían nada de cuquis. No pegaban una mierda. Ella necesitaba algo más desafiante, una experiencia totalmente distinta a la que él le daría. Si hubiera estado conmigo, yo... Yo nada.

Tras acabarme el desayuno fui directo a buscar a ese tal Basil. Necesitaba dejarle algunas cosas claras si quería tener la mente tranquila. No es que intentase ser un gilipollas con él, pero si Léonie no iba a ser sincera, al menos lo sería yo. Encima estaba haciéndole un puto favor. Así que, dispuesto a hablar con él, lo encontré en la piscina del hotel.

No llevaba nada para bañarme, así que simplemente me acerqué al borde para llamar su atención. Él dudó en si acercarse o no. Tal vez me hubiese cogido miedo. O tal vez no tenía ningún tipo de intención en hablar conmigo. Pero acabó nadando hacia a mí, saliendo de la piscina para sentarse en el borde, al igual que yo.

—¿Qué qui-...?

—No vamos a tener una conversación. Yo voy a hablar, y tú vas a callarte —empecé, a lo que él se limitó a asentir—. A Léonie no le interesas una mierda, ¿hm? Y cuanto antes lo sepas mejor. A ella le gusto yo, y tú eres su forma de darme celos. Que no digo que no seas un buen tío, a lo mejor le caes de puta madre. Pero no te hagas ilusiones. No le pongas la mano encima, o entonces será cuando vendré y te ahogaré en la piscina. ¿Me has entendido bien?

Se quedó callado, como si estuviera pensando en hablar o no.

—¿Todo esto es porque te la quieres follar y ella no te hace ni caso, o porque eres un pervertido y te has obsesionado con ella?

Sonreí. Me limité a sonreir, sin procesar aquella información. ¿Ese tío acababa de decir eso? Le empujé al agua, colocando mi pie en su cabeza para no dejarle salir. Lo dejé ahí unos segundos, mientras se retorcía para intentar salir. No iba a matarlo, pero iba a asegurarme de que se arrepentiría de haber dicho esa mierda. Cuando dejé que subiera la cabeza para respirar, me acerqué bien a él.

𝗢𝗪𝗡 𝗠𝗬 𝗠𝗜𝗡𝗗  ✮  damiano david.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora