𝐗.

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Damiano.


Cuando Léonie se marchó me quedé durante unos segundos tumbado en la cama, pensando en ella. En el sabor que me había dejado su saliva en los labios. Sin embargo todo ápice de placer se disipó en cuanto me di cuenta de la presencia de alguien indeseado justo en la puerta de mi dormitorio, que dejó a la francesa pasmada sin haber salido siquiera al pasillo.

Me puse los calzoncillos, dispuesto a levantarme para ver quién era. Y, lo que vi, me hizo soltar una carcajada. Basil nos miraba a ambos sin poder articular una sola palabra, y yo me dediqué a mirarle victorioso, con una sonrisa tontorrona asomándome por los labios. No tardé en recibir un suave codazo de Léonie, disimulado, como si tratara de decirme que me controlase.

—¿Léonie? —murmuró el pobre griego, sintiéndose... ¿Traicionado, tal vez? ¿Engañado? Igualmente no sé qué se había esperado de ella, porque estaba claro desde el principio que aquello nunca había sido recíproco.

—Oye, no es lo que piensas —dijo ella, a lo que yo acompañé con una suave carcajada.

—Lo siento, Basil, es absolutamente lo que piensas —añadí.

El griego comenzó a caminar por el pasillo, alejándose de nosotros, negando una y otra vez con la cabeza. Léonie se giró, mirándome de nuevo con ese desdén asesino.

—¿En serio, Damiano?

—¿Qué? ¿Es que ibas a seguirle el rollo todavía?

Me dejó allí plantado, yéndose directamente a su dormitorio. Solté un suspiro de alivio al saber que no se iba tras Basil, pues tanto ella como yo sabíamos que poco podía decir al respecto. Y no es que a él le interesasen los detalles.

Tras aquel encontronazo me fui directo a la cama y no tardé nada en quedarme dormido, inspirando el olor de las sábanas que ahora olían a ella. No obstante pocas horas después el incesante vibrar de mi móvil acabó despertándome, y es que Léonie no dejaba de llamarme y mandar mensajes, por lo que acabé contestando.

—¿Pero tú sabes qué hora es...?

—Mira Twitter.

—¿Para qué?

—¡Ya!

Y colgó.

Me metí en Twitter para encontrarme con un trending topic bastante autoexplicativo, que decía algo así: #triánguloamorosoeurovisivo. Triángulo amoroso. Todos los tweets hablaban de Léonie, de Basil y de mí, y es que el pedazo de gilipollas había abierto un hilo explicando su romántica historia de amor con la francesa. Básicamente se resumía en dos partes, en la primera hablaba de cómo él y Léonie habían conectado desde el primer momento —mentira número uno—, y en la segunda relataba cómo el villano de la historia —yo— había llegado a robarle a su chica. No utilizó la palabra robar, sino manipular. Había tenido los cojones de colgar en Twitter que yo me había dedicado a comerle la cabeza a Léonie para tirármela y alejarla de él.

Lancé el móvil a la otra punta de la habitación, quedándome boca arriba durante unos largos minutos en los que el móvil vibraba y vibraba. Pensé en ir y partirle la cara a Basil, pero eso haría que me descalificaran, por lo que fui trazando mi propio plan en la cabeza. Pero primero necesitaba un buen café y algo de hierba, así que me dirigí a la cafetería, la cual me encontré cerrada. Eran las cuatro de la mañana. Así pues decidí cambiar un poco mi plan y me planté en el dormitorio de Léonie y Théo, los cuales estaban tan despiertos como yo.

—¿Tenéis café?

—¿Y tú qué haces aquí? —dijo Théo, levantándose para mirarme. Sin embargo, Léonie se acercó a mí para abrazarme en silencio.

Aquello me pilló por sorpresa, pero la forma en la que me empapó la camiseta de mocos y lágrimas me dejó claro que lo necesitaba. Suspiré, acariciándole el pelo con cuidado mientras su hermano me preparaba un café de máquina.

—Eh, eh, nada de llorar. Vamos a hundir a ese gilipollas, Léonie —le aseguré, tomándola por las mejillas para poder limpiarle las lágrimas de una forma algo torpe. Hacía mucho que no lidiaba con algo así, con tener que consolar a alguien. Pero esperaba hacerlo bien por ella.

—Todo el mundo está diciendo...

—Que le den a todo el mundo. Ahora vamos a centrarnos en qué hacer para descalificar a ese tío. Se va a enterar todo el mundo de lo gilipollas que es.

—Eso, eso —dijo Théo, tendiéndome el café.

Nos sentamos los tres juntos en la cama, leyendo detenidamente el hilo de Basil. Había bloqueado a Léonie en todas partes, el muy hijo de puta, pero se había olvidado de bloquear a su hermano. Pensamos entonces en decir algo, en negar rotundamente que aquello fuese verdad. Sin embargo llegamos a una conclusión mucho mejor: le denunciaríamos públicamente ante los organizadores del festival por manipular nuestro paso por el certamen.

Acabamos de escribir aquello a las seis de la mañana, y cada uno lo publicamos en nuestras respectivas redes sociales y lo mandamos al correo de la organización. Spoiler, no funcionó para nada. Lo único que conseguimos con aquello fue que las apuestas hicieran que Basil perdiese casi todo el apoyo, por mentiroso, y Twitter acabase dándonos la razón.

Esto dio a otro trending tropic: #léoniexdamiano, y #basilisoverparty. Aunque mi favorito sin duda fue #frenchslovepizza.

Léonie no volvió a dirigirme la palabra. Supongo que estaba demasiado avergonzada como para poder lidiar con todo aquello y con la anterior noche, todo de golpe. Escuché que ni siquiera le salieron bien los ensayos de aquel día y que se había pasado toda la tarde encerrada en la habitación. Ah, y que cuando había tenido ocasión había abofeteado a Basil y le había amenazado de que como volviera hablar de ella le cortaría la polla. Algo así me contó Théo por Instagram.

Yo no iba a darme por vencido. Si ella no iba a hablarme, le hablaría yo a ella. Me dirigí a su dormitorio entonces, entrando sin llamar siquiera a la puerta para descubrirla tapada hasta arriba en la cama.

—Eh, Léonie.

—Hm.

—¿Vas a salir de ahí?

—Hm.

Suspiré, tumbándome entonces a su lado. No me gustaba verla así, tan afectada por culpa de ese gilipollas.

—Ya se ha acabado, ¿eh? Basil is over party o algo así. No sé lo que significa, pero supongo que le habrán cancelado o como se diga. A mí me cancelaron una vez por meterme coca.

—¿En serio?

—Me pillaron en el baño de Paris Hilton haciéndome una raya de coca rosa.

—¿De Paris Hilton?

—Es una gilipollas. Está cancelada también.

Sacó la cabeza de la manta, riendo con suavidad. Me miró directamente, con los ojos hinchados de haber estado llorando.

—Entonces sí que te metiste coca en Eurovisión —murmuró, sonriente.

—No, no. Qué va. Fue después, cuando me ofrecieron de verdad por primera vez.

—¿Y te sigues metiendo?

—No.

—¿Seguro?

—Seguro.

Se acurrucó contra mi cuerpo, y yo me quedé quieto un momento, sin saber bien cómo reaccionar. Acabé rodeándola con mis brazos, cerrando ambos ojos. Relajándome por fin. Sabía perfectamente que aquello no significaba nada. No éramos novios, ni amigos, ni compañeros. Pero nos necesitábamos el uno al otro, al menos en aquel momento.

Alzó la cabeza un momento para mirarme, y acabó besándome tras un largo silencio.

—Gracias, Damiano.

—No me des las gracias. Lo hemos hecho los dos.

—No. Gracias por venir.

Gracias a ti, Léonie.

𝗢𝗪𝗡 𝗠𝗬 𝗠𝗜𝗡𝗗  ✮  damiano david.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora