𝐈𝐈𝐈.

435 27 8
                                    

Léonie.

Veinte minutos. Ese era el tiempo que me quedaba para ensayar cuando ese me desconectó todo y me echó del estadio como el que saca la basura de su casa. Veinte minutos. Por no añadir la manera en la que prácticamente se había reído en mi cara al comenzar su actuación, si es que podía llamarse así. No tenía ningún derecho, y aún así lo había hecho. Creyéndose superior a cualquiera. Esperando que todos y cada uno de los demás estuviéramos allí, dispuestos a besarle el culo en cuanto diera la orden. Pues yo no iba a amedrentarme.

Ni siquiera me quedé para oírle cantar. No me interesaba, menos aún sabiendo que era probablemente mi mayor competencia. Aún así, escuché el resonar de la música a medida que regresaba a la zona de camerinos para recoger mis cosas. Y podría asegurar que sonó de muchas formas, menos como una canción que pudiese ganar un certamen como aquel. Le escuchaba gritar, de forma ensordecedora, con una instrumental compuesta por instrumentos que más que sonar, se dedicaban a hacer el ruido más molesto posible. Sí, había ganado antes. Años atrás. Pero con un grupo. Ahora estaba solo, y se veía completamente ridículo.

Volví al hotel. No me quedaba otra. Y para cuando entré en el dormitorio, encontré a Théo tirado en la cama, a punto de quedarse dormido mientras veía una película. Dejé mis cosas en el primer sitio libre que encontré, y fui directa a la cama de mi hermano para sentarme en el borde. En cuanto me vio, se incorporó un poco, tratando de deshacerse del sueño.

—Tienes mala cara... —comentó, soltando un bostezo justamente después.

—Tal vez sea porque no he ensayado nada.

—Pero si llevas media tarde fuera, Léo.

Le expliqué lo único que sabía. Que un italiano gilipollas había decidido interrumpir mi ensayo, me había robado mis veinte minutos, y además se había burlado de mí sin ninguna razón aparente. Aunque puede que tuviese una pequeña teoría al respecto, que no creí oportuno compartir en ese momento.

—Un italiano gilipollas... ¿El representante de este año?

—Sí, ese. Se quedó ensayando una mierda de canción mientras yo me iba.

Théo asintió, como si él mismo hubiese unido algunas piezas que a mí se me escapaban.

—Pero el representante de Italia es el que estaba con Måneskin, ¿no? El de la coca.

—Sí, sí. Ese. Pero estaba solo.

—Pues claro que está solo. Le dejaron tirado o algo así.

Asentí, con una mezcla entre indiferencia e interés, por contradictorio que pudiera parecer. Théo no sabía por qué el grupo ya no existía, aunque podía hacerme una ligera idea.

—Seguramente por gilipollas.

—Puede ser.

Resoplé, dejándome caer sobre el cuerpo ajeno, agotada. No de un cansancio físico como tal, sino de haber tenido que soportar toda esa situación. ¿Y si volvía a pasar? Tal vez se había decidido a joderme todos los ensayos. Puede que esa fuese su táctica para hacerme perder. O a lo mejor estaba empezando a ponerme ligeramente paranoica.

—Me faltaban veinte minutos... —repetí de nuevo. Théo me acarició el pelo, como si de esa forma pudiese relajarme. Aunque, en algún momento, acabaría lográndolo.

—Ya ensayarás mañana, ¿eh? Tienes todo el tiempo del mundo.

—No; tengo una semana.

Una semana. O, mejor dicho, una semana y cuatro días. Ese era el tiempo que quedaba antes de la final. Y, mientras todos ensayaban, yo me quedaba allí tirada, quejándome a mi hermano, que sólo quería ver su película en paz. No me lo dijo, pero no necesité que lo hiciera para deducir que estaba cansado. Y probablemente aburrido, allí, todo el día solo. Sin embargo, y egoístamente, me alegraba mucho de tenerlo allí.

𝗢𝗪𝗡 𝗠𝗬 𝗠𝗜𝗡𝗗  ✮  damiano david.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora