Condenadamente Enamorados

Capítulo 3: Una larga noche

Habiendo pasado una hora de interrogatorio cada uno con el jefe de policía, se nos dio una orden de detención por "disturbios y desorden en la vía pública".

¡Disturbios y desorden! 

Todo era culpa del sujeto que está en la celda de enfrente y que no aparta aquella irritante sonrisa de su jodido rostro y aun así, me veo forzada a pagar con mi libertad.

-¡No! esto es injusto

-Señorita, por favor, le pido que mantenga la calma, tiene derecho a una llamada –dice el oficial –puede llamar a sus padres para que paguen la fianza y esto habrá acabado pronto

Sus intentos por tranquilizarme son en vano, no puedo estar tranquila ¿cómo estarlo? Si esto parece salido de una película... yo tras rejas, sólo me falta el traje a rayas y eso no está muy lejos de la realidad en estos momentos.

Intento apartar de mi cabeza la idea de vivir reclusa de por vida.

Bufo molesta por lo menos por diez minutos más, luego una vez más calmada pienso en cómo llamar a Loreen, porque al parecer es la única persona responsable "a cargo de mi" que puede venir a pagar la fianza.

Oh, rayos... la vida es una completa ironía, tener que llamar a la única persona que ha privado mi libertad toda mi vida para que ahora venga y me libere, esto es absurdo.

Tomo una gran bocanada de aire, lanzo una plegaria al cielo y cojo de una vez el teléfono.

-¿Bueno?

-¿Loreen? -pregunto angustiada

-La señora no se encuentra, desea dejarle algún recado

Rayos...

-Lydia ¿puedes comunicarte urgente con ella? solo dile que estoy en la delegación ¿si? necesito que venga por mi ahora 

La angustia se anida aun más profundo en mi pecho por tener que esperar aun más.

-¿Señorita?  ¿está en la delegación?

-Si, si, pero no fue mi culpa, un idiota me chocó –vuelvo mi mirada en dirección al sujeto en cuestión -por favor Lydia, comunícate con Loreen lo más urgente posible

-Sí, sí... por supuesto

Ni siquiera está en casa... sólo espero que no tarde demasiado, ruego fervientemente por ello.

Me siento en una esquina de la celda, resignada, sin poder hacer nada, intentando mantener el control y no seguir inspeccionando el lugar en donde me encuentro para no aumentar la desesperación. Durante largos minutos, ambos permanecemos en silencio, me concentro en observar hacia cualquier otro lado evitando que su mirada se encuentre con la mía. Pero el muy desquiciado, aparentemente, no puede quedarse tranquilo por mucho tiempo y cada tanto me lanza una risa burlesca o algunas palabras que solo logran profundizar mi ira.

Me observa desde en frente, desvío mi mirada para que estas ganas de romper los barrotes y saltar sobre él se desvanezcan y no me traigan más problemas.

¡Es un idiota, es un idiota, es un idiota! me repito una y mil veces con el rostro entre mis manos.

-¡Hey!... hey

Intento ignorarlo, pero sus constantes murmuraciones no logran deshacerme de estas ganas absurdas por asfixiarlo.

-¿Estás durmiendo?

Dios mio, dale al pobre tipo una mordaza porque estoy a punto de saltar sobre él...

-No me hables -gruño