Capítulo 15: Delirantemente dulce

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-¡Ashuu!

¿Será posible? lo único que me faltaba para complicar aún más mi estadía acá ¡un jodido resfriado!

No pude pegar ojo en toda la noche y todo por culpa de ese par de sujetos primitivos que aparentemente de galanes no tienen nada. Porque la cortesía en ellos escasea, ni siquiera les importó lanzar a aquellas aguas frías y congeladas a una indefensa y pobre muchacha, incapaz de lidiar con aquellas inhóspitas temperaturas.

Intento levantarme de la cama, pero la sola idea me atormenta. Me siento en aquellos días en los que mi cuerpo pareciera estar en estado vegetal, porque duele, cada con fin de mi jodido ser sufre. Doy un largo suspiro e intento integrarme, pero apenas puedo mover mis piernas hacia el costado de la cama. Solo me queda recurrir a la única técnica que en casos así sirve, no muy digna, pero eficaz. Me giro sobre las sábanas y ruedo algunos centímetros hacía la orilla, bajo una pierna, pero la condenada se engancha entre las sábanas y sin poder evitarlo aterrizo al suelo.

-No... 

Si levantarme de la cama me parecía un suplicio, ahora esto será imposible ¡fuerzas divinas, a mi!

Después de unos cuantos intentos desastrosos, me levanto, posición que cada vez frecuento menos, porque últimamente he convivido estrechamente con el suelo, ni siquiera aprendiendo a caminar me golpeé tanto, esto es vergonzoso.

Sin ánimos, recorro la habitación hasta ponerme frente al espejo, pero en cuanto mis ojos son capaces de reconocer la imagen que aparece en él, me paralizo enseguida.

-¡Jo-der! –realmente luzco mal ¿mal?... desastrosa, horrible, penosa

Mi nariz está completamente irritada y mis ojos lagrimean solos, mi rostro luce tan pálido que parezco un espectro, apenas me reconozco, si las fuerzas me acompañaran un grito hubiera salido de mis entrañas alertando a todos, pero no tengo ganas de esforzarme.

-¡Anto, baja por favor! –grita Chris

¡Cómo si pudiera!

-No... puedo –la voz me sale apenas audible

 Rayos ¿dónde hay un altoparlante cuando se necesita? debo recordar comprarme uno.

Cruzo la puerta sin ganas arrastrando los pies, hasta caminar ya me resulta un esfuerzo inmensurable. Me detengo horrorizada al observar cada peldaño de las jodidas escaleras ¡NO! como deseaba que al menos hoy, un tornado hubiera arrasado con ellas, o una plaga de termitas hubiera decidido darse un banquete. En fin, muchas cosas pueden ocurrir, muchas, porque la vida es incierta, cualquier cosa puede pasar, pero no... ¡No hoy! las jodidas escaleras siguen tan intactas como siempre.

Respiro profundo e intento darme el ánimo suficiente.

-Antonella, vamos al pueblo ¿quie...ee...? ¡¿qué rayos te pasó?! -me pregunta Chris alarmado

-Creo que... ¡ashu! he... cogido un resfriado

-Antonella ¿eres tú verdad?

Lo observo con una profunda mirada de odio

-No me jodas

-Bien, pero es que... ¡rayos, tú cara! debería grabar esto

-¿Qué le pasó?

Perfecto, lo único que necesito en este preciso momento es que el otro cavernícola se una a la ya, humillante escena

-No sé, creo que... mutó

Ambos desgraciados se ríen y en mi cara, o de mi cara, algo deforme si  ¡pero es mi cara maldita sea!

Doy media vuelta completamente indignada

Condenadamente EnamoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora