Capítulo 9: ¿Mamá...?

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Julieta avanzaba a paso rápido por la selva. Al oír que su hija no aparecía, se preocupó de tal manera que incluso se arriesgó a usar su don para ver donde estaría, pero se dio cuenta que era tarde, y que ya no tenía su don. 

No podía perder tiempo, así que tomó uno de los caballos que estaban junto a Casita y salió en busca de su hija. 

No podía dejar de reprochar a su madre por su comportamiento. Había oído todo lo que le había dicho a Mirabel, y de no ser porque estaba escondida y no quería que nadie la viera, hubiera salido de las paredes y le habría dicho todo lo que pensaba de ella. 

Cuando llegó a un río, no supo por qué, pero ese sitio le resultó terriblemente familiar. Lo ignoró. Lo que ahora le importaba era encontrar a su hija. 

De pronto, la vio. Desmontó su caballo y se acercó a la niña. 

Mirabel estaba sentada sobre una piedra a las orillas del río. Su llanto era terriblemente amargo y su cuerpo se sacudía violentamente con cada nuevo sollozo. 

Julieta suspiró aliviada. Casi sentía que se fuera a desmayar allí mismo. 

Sin decir palabra se acercó a ella y se sentó a su lado. Puso una mano en el cabello de su hija para llamar su atención. 

Mirabel levantó la cabeza y la miró con los ojos llenos de lágrimas. Sus anteojos estaban empañados y sus mejillas rojas y húmedas por el llanto. Ambas se abrazaron con fuerza. Mirabel sollozaba en el hombro de su madre y ella intentaba tranquilizarla. 

—Oh, Gracias a Dios... ¿Estás bien? —preguntó Julieta casi en pánico—. ¿Te hiciste daño?

Mirabel negó

—T-todo esto es mi culpa... 

—No... por favor no digas eso, mi vida, no es cierto —Julieta acaricio su cabello con delicadeza mientras su corazón se agrietaba un poquito más—. No fue tu culpa. Nada lo fue. 

—Tenías razón... Nunca debí encontrar esa visión. Tal vez si no le hubiera prestado tanta atención...  

—Hija, escúchame —Julieta puso ambas manos en sus mejillas—. Si hay algo que he aprendido en la vida es que el futuro no puede cambiarse de ninguna manera. Créeme, hay muchas profecías que jamás compartí con nadie y aún así se cumplieron. 

—Entonces, yo estaba destinada a fracasar...

—No, no, no. Lo que quiero decir es que esto estaba destinado a ocurrir, no importa que hicieras o que no hicieras, todo esto pasaría igual. Un futuro como este es demasiado fuerte para cambiarlo así de fácil, mi vida. Mi punto es que todo esto pasó por algo, y tal vez hasta era necesario

▪▪▪

—¡Mirabel! —grito Alma—. ¡Mirabel!

Su garganta debilitada por la discusión sufría con cada grito emitido. Ignoró el dolor y siguió clamando. 

A la mujer ya no le importaba lo que le hubiera pasado a la casa, sólo sabía que su nieta estaba sola y probablemente muy dolida por su culpa. 

Se había alejado del resto de su familia, buscando por su cuenta a su nieta más joven. Cada centímetro de su su cuerpo ardía en arrepentimiento. La casa se derrumbó. Cayó sobre ella. Pudo perderla. Primero su esposo, luego su hija, y ahora su nieta, no podía permitirse perder a nadie más, no lo soportaría

Pensó en lo que había dicho sobre Julieta y como Mirabel le había contestado con una ira tangible:

—¡A tu madre jamás le importó está familia...! 

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⏰ Última actualización: Jan 29, 2023 ⏰

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