Veinte

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—¡Haerin dónde estás!

Los gritos de Seokjin al llegar a casa estremecieron a la persona que colaboraba  con ellos en las actividades domésticas.

Por el tono que empleó, todo indicaba que al hombre no le estaba yendo del todo bien.

La señora Jung temerosa salió de la cocina encontrándose con el diablo mismo. Quien al darse cuenta de su presencia comenzó con una fastidiosa rutina de interrogaciones.

—Dónde están mi esposa y mis hijos.

La señora Jung claramente no tenía una respuesta que pudiese aplacar la ira de Seokjin, lo último que supo de su esposa fue cuando le marcó para decirle que pasaría por los niños y no volverían a casa.

Pero en el fondo, la señora Jung era tan cómplice de la mujer, sin que la Haerin misma se lo haya pedido.

—La señora está en casa de su hermano.

—¿Por qué demonios iría a casa de Taehyung y se llevaría a mis hijos?

Lo último que Seokjin quería escuchar era que su esposa lo había dejado justo ese día, cuando ella había conseguido la presidencia de Maden Motors y saliera del edificio a toda prisa.

No cuando ella había destrozado su ego con la periodista Choi Jihan en su columna más reciente.

Kim Seokjin y sus problemas con las mujeres

Donde deliberadamente alguien despotricó una serie de mentiras que poco a poco se esparcían por cada rincón del país y de quienes formaban parte de su círculo más selecto. Una fuente anónima que aseguraba el mal rendimiento que Seokjin tenía con las chicas a la hora de intimar.

Pero Seokjin tenía presente que las fuentes anónimas no existían, no cuando días antes la dignidad de Haerin y los niños fueron trastocadas en el preciso momento donde Lea Miller apareció de su mano.

Seokjin escupió un par de improperios antes de salir a toda prisa en busca de Haerin, pero hacerlo significaba un duro enfrentamiento con Taehyung. Y tampoco es como si estuviera con los ánimos para aguantar las burlas de su cuñado, no cuando en ese momento estaba envuelto en un escándalo que no dejarían pasar por alto.

A medida que se acercaba al estacionamiento del edificio, se preguntaba cómo habían llegado al punto de herirse constantemente, pero Haerin no dejaba pasar los detalles bajo ninguna circunstancia; era una persona que le gustaba jugar sucio y él mismo le había enseñado ese amargo camino.

Una vez estando arriba de su coche volvió abrir las redes sociales donde no paraban de comentar sobre aquel chisme y ciertamente no había nada que pudiese hacer, a este punto ni siquiera se sentía capaz de regresarle el mismo truco a Haerin, no cuando su respuesta podría ser aún peor.

—¿Cómo fue que cambiaste demasiado?—Seokjin se recostó sobre el asiento de su coche mirando a la nada.

Y poco a poco los recuerdos se iban apoderando de él, en donde todos eran de la joven y noble nieta de Cheon Wookang.
Era como si Haerin fuese la personificación misma de la caja de Pandora. Una chica que pudo tener una vida más tranquila de la que hoy vivía, pero que él mismo se encargó de arruinar por sus malas decisiones y por el dolor que le infligió, uno con el que ella aprendió a vivir, volviéndolo su mejor aliado.

Incluso, gracias a él, la mujer que amó en el pasado pagó las consecuencias de cada uno de sus errores.

Lee Hyejeong era la prueba viviente de lo que Haerin era capaz de hacer por amor a sus hijos.

Seokjin tenia que darle cierto crédito a Haerin, porque ciertamente Hyejeong había hecho algo tan despreciable como tratar de impedir el nacimiento de los gemelos a través de secretas infusiones que le costaron un par de semanas a Haerin en el hospital bajo el estricto cuidado de los médicos.

Sin embargo, la respuesta de Haerin fue tan abrasadora para su ex joven amante Lee Hyejeong. Que su hermoso rostro terminó cobrando un alto precio.

Recordar aquel episodio, lo hizo ir en busca de la mujer que solo había pasado a un vago recuerdo de sus memorias; a una persona que prometió no volver a ver jamás, porque hacerlo era castigarla con los tormentosos momentos qué pasó gracias a él.

Pero ahí estaba Seokjin. En la puerta de aquella vieja casa que visito por última vez hace siete años. Cuando Hyejeong le dijo adiós.

Seokjin tocó un par de veces sin obtener respuesta, ya resignado a no ser atendido decidió dar marcha atrás, hasta que el crujido de la madera abriéndose hizo que volviera a mirar en dirección de la puerta.

Donde aquel jovial y hermoso rostro ya no estaba más. Solo era la figura de un cuerpo inerte al que Haerin condenó al ostracismo.

Aquel rostro que fue tan hermoso como el de un ángel ya no estaba más, porque las cicatrices eran la huella que Haerin dejó como un recordatorio de lo que por naturaleza era.

—¿Has vuelto a mí porque finalmente el último mal de la caja de Pandora se ha revelado?

Aún si la miseria era lo único que le quedaba a Hyejeong, su manera tan osada de ser persistía y esta vez con más fuerza.

Porque todos esos años que había pasado condenada gracias a Haerin, sirvieron para que el odio por ella se cultivara poco a poco esperando a ser cosechado. Y Seokjin sería el camino perfecto para culminar su inminente venganza.

Seokjin rió por lo bajo cuando escuchó la tajante afirmación de Hyejeong. Porque a pesar de que los años pasaron sin tener contacto alguno, la increíble conexión entre ellos no desaparecía.

—Oh Seokjin. No me digas que aún sigues criando a los hijos de otro hombre.—la mujer fingió lamentarlo.

—¿Importa cuando son el único camino para conseguir lo quiero?

¿Aún sigues creyendo que son hijos de Namjoon? Por Dios, si tanto quieres un heredero que lleve la sangre de los Kim solo embaraza a cualquier otra mujer.

Seokjin estalló a carcajadas luego escuchar a Hyejeong, quien parecía muy lejos de escucharse una mujer sensata, porque más bien parecía una ingenua.

—Hyejeong.—Seokjin sin apartar la mirada de la ventana, sacó de su bolsillo una cajetilla de cigarros, tomó uno y lo acercó a la vela más cercana para encenderlo.—Haerin es lo único que quiero. Y si tengo a sus hijos, la tengo a ella.

Aquella simple acción como encender un cigarro, afectó a la mujer que lo observaba desde la oscuridad de aquella vieja casa que carecía de luz eléctrica.

Para ella, Seokjin había pasado de ser ese chiquillo que tenía tantos sueños escritos en una pequeña lista, a ser un amargo y calculador hombre dentro de un pulcro traje moviendo la vida de los demás como si fueran marionetas.

—Es cierto lo que dicen los demás sobre nuestro matrimonio y de que nunca va a terminar de funcionar; es cierto que Haerin me ha engañado con algo tan imperdonable como mi paternidad y que tenga que fingir no saberlo como un idiota; es cierto que los dos amamos hacernos daño y que todos crean que somos un par de imbeciles por aferrarnos a algo que no tiene futuro. Pero que bien la pasamos cuando hipócritamente nos destruimos lentamente y tal vez eso nadie lo ha terminado de comprender, porque extrañamente descubrí que Haerin y yo estamos hechos a la medida y cuando encuentras a una persona así, algunos dicen que no debemos dejarla ir.

The Good VillainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora