Diecinueve

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—Señor, algunos altos funcionarios lo están invitando a unirse a las celebraciones por su victoria ¿Cuentan con usted?

—Festejaré en privado.

El chico no tuvo siquiera tiempo de cuestionar la decisión de su jefe, el hombre tan pronto como se colocó el saco salió a toda prisa con rumbo desconocido.

Y a pesar de que ahora era un hombre al que debían cuidar la espalda las veinticuatro horas del día, exigió a todo su equipo estricta privacidad.

Al final de algunas negociaciones para dejarlo ir sin escolta, Yoongi logró escaparse al primer destino en el que pensó desde que le notificaron su victoria.

Con la debida precaución logró camuflajearse entre todos los padres de familia que esperaban a sus hijos, justo como él.

Sin quitarse las gafas de sol, esperó a que el área se desparejara un poco más para acercarse a una de las profesoras que anunciaban la llegada de los padres y que posteriormente los niños les fueran entregados.

—Nombre del alumno.—solicitó rápidamente la mujer.

—Kim Seokwoo y Kim Haejin.

—¿Usted es?

Pero antes de terminar la oración, Yoongi se removió las gafas dejando ver su pálido rostro, ganándose la vergüenza de la chica por haber sido así de irreverente con el hombre del que todos los medios hablaban ese día.

—¡Tío Yoongi!

Los gemelos corrieron hacia al hombre tan pronto lo vieron y quienes no dudaron en abalanzarse en sus brazos para recibirlo luego de no haberlo visto por un periodo por demás extenso.

Meses que fueron eternos para el padre. Y desde que los niños nacieron, prácticamente pasaban más tiempo en América con Seokjin y realizando visitas casuales en el país donde su madre se encontraba, dos veces por año eran lo mucho que podían pedir.

Entonces, cuando Haerin le dijo a Yoongi que los niños por fin se quedarían en Corea, éste no dudó en tomar un hoja y pluma para escribir todas las cosas que deseaba hacer con sus hijos.

La primera clara estaba: ir a buscarlos al colegio.

Los ojos de Yoongi se cristalizaron cuando ambos gemelos lo abrazaron con tanto afecto, que era innegable que entre ellos existía un lazo que no se podía romper, Yoongi lo sabía, pero qué había de los gemelos; dos niños que se preguntaban vagamente como un simple amigo de la familia era más cariñoso que su propio padre. Un hombre obsesionado por tratarlos como sus herederos, como simples objetos.

—Tio Yoongi, ¿Viniste por nosotros? ¿Dónde está mamá?

Seokwoo buscó a su alrededor esperando encontrar a la mujer de metro sesenta y cinco de cabello rojizo.

—Así que iban a festejar sin mi.

Aquella voz que tanto esperaban oír apareció detrás de ellos con una enorme sonrisa.

Los niños saltaron emocionados, porque no era la primera vez que pasaban tiempo de calidad con su madre y "el Tio Yoongi". Estar con ellos eran de sus cosas favoritas cuando estaban en Corea.

Haejin tiró del brazo de su madre para clamar su atención, consiguiéndolo casi al instante.

—¿Vamos a festejar? ¿Qué vamos a festejar? ¿Qué vamos a festejar?—Haejin preguntando repetidas veces logró exasperar a su hermano mayor, el mismo que no dudó en gritar ya desesperado.

—Cállate Haejin.

Haejin al sentirse ofendido por su hermano lo miró mal mientras abrazaba la pierna de su madre formando un puchero que a todas luces le resultaba enternecedor al padre.

The Good VillainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora