Capitulo Diecinieve

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MAXINE BINNOTO

1/2.

Los brazos de mi papá me envuelven con fuerza impidiéndome apartarme de el y sin dejarme ir. La multitud que pasaba a un lado de nosotros nos otorgaban miradas extrañas al escuchar el llanto dramático de mi padre.

—Ya, papá. —intentó tranquilizarlo y posteriormente apartármelo de mi.

—No quiero. —chillo como un pequeño niño.

—Papá, debo de irme.

Como pude, logré apartar sus brazos de mi torso. Sus ojos marrones cristalizados viéndome tristemente mientras que sorbía sus mocos.

—¿Y ahora con quien iré a cenar pizza? —preguntó, haciendo referencia a nuestras cenas comunes y a cómo siempre ponía de pretexto su adición con las pizzas.

—Puedes ir con Carletes.

Mi amigo el recién nombrado sonrió felizmente ante la propuesta. Todos sabíamos que, al igual que mi padre, también era un adicto a la pizza. Y que por una saludo por comida jamás se negaría.

—Yo no me quejo.

Mi papá ante el recién comentario de Carlos, sonrió con más calma.

—De acuerdo, estoy en buenas manos, ahora puedes irte. —me despidió tan rápido.

Indignada observó la escena de cómo es que mi padre y mi mejor amigo se alejaban hacia la cafetería cercana.

Esta vez fue el turno de Charles de despedirse que en silencio había mirado la escena de despedida entre mi mejor amigo y mi padre.

Una sonrisa triste el me muestra, solo eso me basto como para abrazarlo con fuerza por el dorso.

—No quiero que te vayas. —escuchó como el murmura en mi oído.

—No sera mucho tiempo, solo sera un mes, cuando menos lo esperen estaré devuelta. —le explicó apenada nuevamente, triste porque tampoco deseaba irme.

—Quédate. —suplicó el también como mi padre.

—Charles. —murmuró su nombre, apartándome de su pecho lo suficientemente como para lograr mirarlo a los ojos. —Debo de trabajar, solo iré por un mes a un bufete de abogados.

—Pero..

—No, ya retrase demasiado este viaje.

Y era cierto. Hace dos semanas tuve que haber tomado este vuelo pero las continuas súplicas de papá y Charles me lo impedían hacer, había retrasado tanto la despedida que ahora que era fuera casi como si todo fuera surreal, pero aún así sin ese golpe de dolor que cada despedida era.

—Hablaremos todos los días, ¿de acuerdo? —asiento aprobatoriamente. —Y juro que si no respondes una de mis llamadas tomare un vuelo directo a Londres. —río por su ocurrencia, negando divertidamente de tan sólo imaginarlo en esa situación. Probablemente más que desesperado.

—No ocurrirá nada, ¿okay? —lo tranquilizó, robándole un beso casto al pararme de puntas y llegar a sus labios. Una sonrisa débil el me regaló. —Solo sera un mes, ¿que podrá salir mal?

Resulta que en un mes todo podía salir mal y que todos mis planes que me había planteada a ser ya habían dado un cambio drástico.

Las videollamadas se habían vuelto más que habituales en este último tiempo con mi familia.

Distraídamente me paseaba por la habitación de hotel con la tableta en manos mientras escuchaba la voz de mi padre al fondo.

—Te extraño, Maxie.

Una mueca triste apareció en mi rostro. Quería llorar, pero no lo haría frente a él, no sabiendo lo sensible que el era en una situación así.

Resultó ser que pasarían muchas cosas en este lapso de un mes. Un tiempo que terminó por convertirse en una tortura de ahora tres meses.

Llevaba sin ver a mi familia tanto tiempo como el que llevaba encerrada en esta habitación de hotel y atrapada en una ciudad de la que poco conocimiento tenía.

¡Maldita sea virus que me impedía tomar un avión y regresar a casa!

Pero, a pesar de la mala situación, siempre me veía forzada a mostrar una sonrisa o una buena actitud. Era lo mínimo que podría hacer en una incertidumbre cómo está.

—Cuídate, debo dejarte.

—Adiós, papá. —cortó la llamada con la imagen de mi padre sonriéndome.

Un tanto cansada me recuesto en la cama vacía. Últimamente solo hacía más que dormir en este tiempo, sin la posibilidad de salir más allá del pasillo del piso de mi habitación, prefería pasar las tardes durmiendo o leyendo cuando no hablaba con mi padre o con Charles.

Por la noche de nuevo parloteaba por la habitación al ahora hablar con Charles.

Su cabello revuelto y escondió bajo la sudadera haciéndolo ver aún más atractivo de lo que ya era para mi. Sus ojos verdes escondidos bajo las gafas de lectura que solía usar.

—¿Como va la temporada? —preguntó distraídamente, fingiendo inocencia como si por la mañana no le hubiera preguntado lo mismo a mi padre.

Escucho como el exhala pesadamente todo el aire reteniendo.

—Horrible, ya quiero que todo este tema de la cuarentena termine. —admitió.

—Y yo que creí que la pasaba peor encerrada en una habitación de hotel.

—Es un milagro que no hayas enloquecido.

—Por favor, esto no es nada comprado con tener que soportar a ti y a Carlos juntos.

Su rostro de indignación/asombro me arrebata una carcajada.

—Debo dejarte, iré a ducharme. —apenada me despido.

Una sonrisa torcida distingo en su rostro a través de la pantalla apenas le digo.

—¿Y no puedo ver? —su atrevimiento no lo tomó por sorpresa, esta no sería la primera vez.

—¡Charles Marc Hervé Perceval Leclerc! ¡¿Que intentas insinuar?!

—Por favor.

—Mhm.

—Por favor.

Su sonrisa el termina por contagiarme y sin ningún reproche alguno, corro hacia el cuarto de baño.

Su sonrisa el termina por contagiarme y sin ningún reproche alguno, corro hacia el cuarto de baño

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Corriendo Contigo vol. 1 【 charles leclerc 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora