capitulo uno

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Dejé a Isabella en su nuevo colegio y luego de asegurarme que haya entrado, comence a caminar rumbo hacía la parada del colectivo.

Mientras caminaba, tarareaba la canción de zeballos y pateaba una piedrita que había en la vereda. Frene mí paso al llegar al lugar por dónde pasaba el colectivo; mire mi hora... Siete menos cuarto.

Y tal como lo esperaba, el bondi freno frente a mí, saque la sube y pase con esta. Camine hasta atrás para poder sentarme en uno de los asientos del fondo.

Observé el camino por la ventanilla. El día era normal... Un poco de tránsito por las calles de La Boca, algunas nubes grises que adornaban en cielo, quizás llueva más tarde... Lo normal para ser lunes.

Me baje en la parada que queda frente a mí nuevo colegio, y mire hacia la entrada. Demasiadas personas amontonadas para mí gusto.

Suspiré y cruce la calle para caminar hacia las escaleras. Esquive a varias personas hasta lograr entrar.

Las paredes tenían ese amarillo patito tan horrible... Pero si hay algo que quizás podía destacar, eran los dibujos bien elaborados que estaban pegados por todos lados.
Era un colegio con especialidad en artes, por algo llamo mí atención.

Caminé por los pasillos, viendo las carteleras en las puertas, tratando de identificar cual sería mí curso. Me saque uno de los auriculares y continúe con mí búsqueda, pero unas risas me distrajeron.
Lleve mí mirada a un costado y frunci mí ceño al ver a un grupito de tres chicas, quienes me miraban de forma burlista y desagradable. Les dedique una falsa sonrisa sin despegar mis labios y volví mí mirada al frente, viendo la puerta con el cartel de "5 B".

Suspiré con alivio e ingrese al salón, ganandome varias miradas de la poca gente que se encontraba en este. Decidí ignorarlos por completo y dirigirme al banco del fondo en la esquina... Vengo a estudiar, no a hacer sociales.

Apoye la mochila sobre el banco y me deje caer en la silla, recostando mi cuerpo en está.

—Maldito lunes— me queje por lo bajó, poniéndome el otro auricular y dejando chocar mí frente contra mí mochila, inundando mí rostro en esta.

Algunos minutos pasaron. Me di cuenta porque dos canciones de mí aleatorio transcurrieron sin problema. Pero deje de prestarles atención al momento que sentí a alguien tocar mí hombro.

Levanté mí cabeza y lleve mí mirada al costado, un poco hacia arriba. Un chico morocho de rulos, piercing en la nariz y ceja cortada se encontraba mirándome fijamente. Me saque un auricular y acomode un poco mí flequillo.

—¿Que?— pregunté desganada.

—Estas en mí lugar, nena— me hizo una seña para que me vaya. Pero yo solo alce mí ceja, viéndolo de forma confusa y con desagradó.

—Genial... ¿Algo más?— consulte, soltando un bostezó y tirando mí cuerpo hacia atrás, dándome impulso con mis pies para despegar las patas delanteras de la silla, haciendo que el respaldar de está choque con la pared.

—Si. Movete— indicó, sin dejar de mirarme de forma fija. Ni siquiera lo estaba mirando, pero podía sentir su intensa mirada sobre mí.

—¿Para?— lo miré nuevamente.

—Y para sentarme. Es mí lugar— repitió con ironía.

—Ay, discúlpame gor... A ver, dame unos segunditos que quiero ver si eso es verdad— baje la silla, provocando que las patas que estaban en el aire choquen repentinamente con el suelo, haciendo un poco de ruido, y generando que la atención de todas las personas que estaban en el salón, caiga en nosotros dos. Corrí un poco la mochila y observé el banco, restándole importancia a los garabatos—. ¿Cuál es tu nombre?— lleve mí mirada a el.

—No te voy a decir. Dale flaca, no la hagas dificil y andate a otro banco.

—¡Se llama Mateo!— gritaron desde el otro lado del curso.
Yo sonreí y volví mí vista al banco, comprobando que no estuviera el nombre del chico.

—No veo tu nombre acá... ¿Seguro que es tuyo?— ladee mi cabeza a un costado, mirándolo con curiosidad y diversion; pestañe reiteradas veces.

—Lo repito por última vez... Levantate que es mí lugar— apoyo sus manos sobre el borde del banco y acercó su rostro lentamente hacia el mío.
Pude notar como la vena de su cuello se marcaba, al igual que las de sus brazos y frente.

—¿Y si no que? ¿Que vas a hacer?— cuestioné, sin moverme, manteniendo mí mirada clavada en sus ojos oscuros. Le sople, haciendo sus párpados caigan.
Abrió su boca levemente, posiblemente para insultar. Pero una voz nos saco de trance.

—¡Palacios a su banco!— lleve mí mirada al frente, viendo a una señora de unos cincuenta y pico apoyar sus libros sobre el escritorio. Se sacó los lentes, dejando estos sobre el banco también—. Primer día y ya está molestando a...— me miró por unos segundos—. ¡Encima! ¡Molestando a la nueva!— exclamó la mujer, mirándolo con desaprobación. Yo contuve mí risa al apretar mis labios.

Apoye mí espalda en el respaldar de la silla y lleve mí mirada a él, quien se encontraba mirando de mala forma a la mayor.

—Que wacho desagradable... Molestar a la nueva... ¿Cómo es posible?— murmuré de forma burlona.

—Profe, este es mí banco, y la negra está no se quiere levantar— hablo en tono de queja.

—Mire Palacios. Hay...— miro el salón por unos segundos—. Hay siete bancos libres, ¿realmente va a hacer que yo pierda tiempo de mí hora por un banco?— cuestiono, cruzándose brazos.

El morocho suspiró frustrado, pero mí atención se poso en el chico que estaba sentado frente a mí. Rubio de ojos claros...

—Mateo se sienta ahí desde hace dos años profesora... No puede venir ella a querer sacarle el banco— reprochó el rubio del cual no sabía su nombre, pero me caía mal. Malas vibras.

—Gonzales... ¿Defensor de pobres ahora también?— lo miró con ironía—. Es un año nuevo chicos, dejen de pelear un rato y arranquemos bien...— la profesora fue interrumpida por una voz chillona, la cual me hizo arrugar mí entrecejo.

—¡Pero es el asiento de Matu!— se quejo y yo la mire. Rubia teñida de ojos claros. La misma que se estaba riendo de mí en el pasillo junto con su grupito de amigas.

—¡Y a mí que me importa Matu!— le respondió la profesora, tratando de imitar su voz irritante. Solté una risa por lo bajó—. Martina, va lo mismo para vos... Palacios se puede sentar en cualquier lugar. Pero como se que no lo va a hacer solo, yo le voy a decir dónde— asintió y señaló el banco del frente, el cual estaba vacío por motivos obvios... ¿Quien se sentaría al frente?—. Acá Palacios. Este año lo quiero tener cerca.

—Profe...— ladeo su cabeza, bufando.

—Ahora Palacios. Ya perdimos diez minutos con todo esto y no quiero seguir perdiendo más.

El morocho no dijo nada y solo agarró su mochila. Amago en caminar, pero freno y me miró.

—Esto no va a quedar así— me murmuró entre dientes.

—Chau Matu... Que disfrutes tu nuevo banco— hablé con ironía y diversion, sonriendo falsamente.

—Te odio— me miró de mala manera y se fue al banco del frente.

Va a ser un lunes largo...

Así que Mateo. Típico chetito insoportable con quién seguramente me lleve más que mal. Y en el caso que sea así... Mateo 0 - Zoe 1.

sueños | truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora