capitulo diez

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Sentía su respiración chocar contra mi cuello, por lo que no tarde en abrir mis ojos, notando que la mitad de su cuerpo estaba sobre el mío, con su antebrazo rodeando mi cintura y su cabeza sobre mi pecho. Frunci con levedad mi ceño y con el dorso de mi mano resfregue mis ojos, intentando despertarme bien.

Una vez en contexto, lo observé. Sus facciones relajadas, y sus labios entreabiertos. Parecía dormir tranquilo.

No quería despertarlo, sabía que había sido una larga noche. No sabía con exactitud la hora en la que nos dormimos, pero tenía noción de que había sido demasiado tarde.
El llanto por su parte no había cesado en ningún momento, y por un momento me asusté, porque mientras más intentaba calmarse, peor se ponía. Llegó un punto en el que sintió su pecho cerrarse, y la desesperación se apoderó de ambos, porqué el no entendía lo que le estaba sucediendo, mientras que yo si sabía lo que era, pero no sabía la manera correcta de ayudarlo.

Era un ataque de pánico, y aunque yo tuve algunos, por ende sabía lo que sentía, no sabía de qué manera ayudarlo a él a poder afrontarlo.

Luego de colaborar para que se tranquilice, utilizando métodos de respiración, y haciéndole saber que no estaba solo, comenzamos a hablar. Me dedique a explicarle que era lo que le había sucedido, y que lo mejor era que bajara un cambio, en todo aspecto de su vida. Porque sino solo atraería más de esos.

Salí de mi trance cuando sentí mi celular sonar, así que con cuidado, me estire hacia la mesita ratona para poder agarrarlo, viendo que tenía algunas llamadas perdidas de Agustín.
La preocupación me invadió, ya que no era normal que Agustín llamará tantas veces. Así que desbloquee el aparato, y entre a WhatsApp, viendo que tenía por lo menos veinte mensajes de él.

El alivio entro a mi cuerpo al ver que eran fotos de Lauti e Isa, al parecer almorzando, y entre los mensajes había audios de ella que preguntaba si quería ir con ellos.

Mire la hora, y suspiré, viendo que eran la una de la tarde. Les respondí con un "me re dormí", y nuevamente, con cuidado, intenté levantarme sin despertar al castaño sobre mi.
Y aunque lo creí algo imposible, lo logré. Él se acomodo, soltando un quejido, tanteando el sillón. Alce ceja y le di el almohadón que estaba en el suelo, el cual abrazo, volviendo a acomodarse.

Solté una leve risa y negué con mi cabeza, dejándolo dormir, mientras que yo iba a la cocina a ver qué podía hacer de comer, porque el hambre que tenía era mucho. Y yo con hambre, soy lo peor que te podés cruzar en la vida...

Abrí la heladera, luego de estirar mi cuerpo, y vi la opción más rápida; milanesas. Saque las milanesas de pollo que había comprado en la pollería de la esquina, y agarre de la alacena un paquete de fideos, poniendo el agua para estos antes que todo.

Antes de continuar, fui al baño, para poder lavarme la cara, los dientes, y poder peinarme un poco el desastre que tenía en mi cabeza. Por suerte, y no tan suerte, me tocaba trabajar en el turno de la noche. Así que iba a aprovechar para bañarme y salir a hacer las compras, dejando todo listo para la semana siguiente.

Salí del baño, encontrándome con un Mateo algo despeinado, resfregandose los ojos.

—Hola— saludé, captando su atención, provocando una leve sonrisa en sus labios.

—Hola Zoe, ¿puedo pasar al baño?— pregunto, y yo asenti, haciéndome a un lado para que él pudiese entrar.

—¿Estás mejor?— pregunte, dudativa, viendo cómo dejaba de cerrar la puerta. Él asintio.

—Si, gracias— sus palabras me dejaron un poco más tranquila, así que asenti, sonriendo a boca cerrada, para luego ir a la cocina.

Termine de colocar los fideos en el agua ya hervida, y coloque aceite en la sartén, dejando que este se caliente para poder hacer las milanesas.

sueños | truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora