RENACE - 1

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Vivir es danzar en los tropiezos, navegar entre problemas, caer en los fracasos. Pero, ¿qué de aquellos bendecidos con un nuevo amanecer, dispuestos a errar una vez más? Pues en cada renacer, hay un don sagrado: la oportunidad de redimir el alma y escribir un destino distinto.

M.J. Wolfrore: RENACE

 Wolfrore: RENACE

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Luz

En la sala, el paciente yacía casi inerte; su pecho abierto revelaba un corazón que se resistía. Cada compresión intentaba imitar el ritmo vital.

—¡¿Por qué no pueden estabilizarlo?! —gritó la cirujana desesperada con los monitores pitando.

—¡Controlen su pulso! ¡Lo perdemos! —exclamó una enfermera entre dientes.

—¡Necesitamos jeringas! ¡Luis, cajón tres...

- - -

No entiendo lo qué sucede. Mis ojos están fijos en la luz. No puedo creerlo, siento miedo, pero soy incapaz de apartar la mirada. Llevo mucho tiempo temblando.

Voces inentendibles se oían en este plano astral, reverberando en lo profundo de mi mente. Deseaba que se callarán por un instante, pero estaban lejos de hacerlo.

De repente, todo se sumió en el silencio. La luz se tornó cálida, adoptando un tono anaranjado. Voces suaves, melodías lejanas y figuras extrañas se manifestaban a mi alrededor.

Mi vista tardó en ajustarse. Mis oídos funcionaban perfectamente, pero no lograba descifrar lo que me decían. Traté de hablar, pero solo emití balbuceos incoherentes. Quise señalar algo y noté que mis manos eran mucho más pequeñas de lo que recordaba.

Un Bello Lugar

Las primeras impresiones son peculiares: algunas memorables, otras divertidas y, a veces, desconcertantes. Esta fue una de las más confusas. Todo parecía enorme y yo, un enano. La memoria era como un río que se me escapaba entre los dedos, y las cosas que hacía hace nada se me escurrían de la cabeza.

Era un bebé. He reencarnado. Es una sensación extraña, como si hubiese apretado el botón de reiniciar en medio del juego de la vida. Todas mis experiencias previas, conocimiento y sabiduría estaban allí, pero atrapados tras la frustrante barrera del lenguaje y la torpe coordinación motriz de un niño sin desarrollar.

No lograba identificar el idioma. No era inglés, alemán, ni siquiera japonés. Aunque tal vez nunca los aprendí como debía, notaba la ausencia de la melodía que los distingue.

Parece que estoy en Europa. Mis padres son claramente caucásicos, jóvenes y llenos de energía. El paisaje que se desplegaba tras las ventanas mostraba vastas extensiones de campos verdes y dorados. Una mala señal: parecía sacado de un libro o una película. Incluso llegué a ver un caballo negro.

Dentro: los muebles, utensilios, la casa misma, todo era de madera. Fue evidente que no había televisores ni computadoras. Tampoco parecía haber electricidad; las noches se iluminaban con candelabros y las salidas se acompañaban de lámparas de mano. Solo un pensamiento cruzó mi mente: soy un pobre campesino.

- - -

Pasaron algunas semanas. Empecé a comprender el lenguaje y, con él, a mis padres.

John Gracer. Un hombre joven, alto, con una melena que se aclaraba en las puntas, alcanzando un tono parecido a la miel. Parece ser comerciante. Entre sus posesiones se encuentran un carruaje, un caballo y la casa.

Emily Gracer. Una belleza. Parece más joven que mi padre. Su cabello rubio es suave y tiene un aroma a girasoles. Su piel es fina, de un tono rojizo y elástica. Es ama de casa, pero rara vez la veo trabajando. Desde su habitación, oigo ruidos extraños. Nada más que agregar.

- - -

Pasaron unos meses.

Empiezo a creer que tener un cuerpo en desarrollo está mejorando mi capacidad cerebral. El idioma dejó de ser un obstáculo.

Además, aprendí a gatear. Ahora podía moverme a mis anchas y explorar rincones que antes solo observaba desde la distancia. Mis padres estaban orgullosos de mis avances.

—Siempre lo ves de aquí para allá —comentaba mi madre a mi padre—. Pero nunca se cansa de explorar.

Tras una semana recorriendo la casa, logré identificar toda su estructura. Con tres niveles, cuenta con dos entradas: una principal y otra para carruajes. Dos salones principales, una cocina, tres baños y alrededor de siete habitaciones. Todo esto es demasiado grande para nosotros (a menos que planeen tener más hijos).

Algo que capturó mi atención fue un almacén subterráneo. Lo dejé para el final; debo admitir que sentía un poco de miedo. Nunca sabes qué puedes encontrar en estas "habitaciones ocultas".

Una vez dentro, comencé a descender. La escalera formaba una "C". La habitación estaba iluminada; la luz se colaba por unas ventanas horizontales cerca del techo, casi ocultas por la vegetación exterior. Con mi estatura, apenas lograba vislumbrar los estantes desde el umbral.

Lo poco que alcancé a distinguir fueron mapas, artefactos extraños y libros. Estos son objetos comunes, pero los otros no: espadas y armaduras.

¿Qué lugar es este? Esto va más allá de lo que... Algo comenzó a levantarme del suelo, y no pude ofrecer resistencia.

—Edrián, tienes prohibido entrar aquí —dijo Emily, sacándome de la habitación. Para ser sincero, esperaba una reprimenda, pero su tono era dulce, y en su mirada no había rastro de ira—. Algún día, cuando seas mayor, podrás entrar en esa habitación cuantas veces quieras.

Continuó caminando hasta llegar al jardín; hacía buen tiempo afuera; no me había dado cuenta. Emily observaba la casa detrás de ella con un aire de nostalgia. Parece que hay cosas que aún no logro comprender.

¡Un mundo desconocido! ¿Que pasará?

Continuara...

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