RENACE - 4

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Mit

Los rayos del sol perturbaban mi sueño. Me sorprendió que nadie me hubiera despertado, considerando lo tarde que era. El ambiente estaba inusualmente en silencio. La habitación parecía desordenada. El manual seguía sobre la mesa de noche, junto a mi cama.

Me senté y estiré el cuerpo antes de bajar los pies al suelo. Luego, me dejé caer de nuevo sobre las almohadas, buscando descansar un poco más. Mis brazos tocaron algo. No era un objeto. Respiraba, lento y rítmico. Recordé mis problemas con la bebida y situaciones similares. Inspiré profundo y reuní valor. Con cuidado, levanté la manta. Era cabello negro. Suspiré aliviado. No era quien temía. Miré la habitación una vez más, hundí el rostro entre las manos y volví a tumbarme.

"Esta vez es diferente"—me repetí, tratando de calmarme.

¿Quién era esa niña? ¿Cómo había llegado a mi habitación? No tenía idea. Tal vez fuera familiar, esa parecía la respuesta más obvia.

El sonido de pasos interrumpió mis pensamientos, acompañado por el aroma a pan fresco. Mi madre abrió la puerta y entró.

—Vamos a desayunar —dijo, levantándome en brazos y llevándome al comedor. Mientras caminábamos, vi a alguien moverse rápidamente. Era una criada. Tenía una figura atlética, ojos color zafiro y el cabello negro recogido bajo un pañuelo blanco, igual que su uniforme.

Detrás de mi madre, la niña se acercó a la mesa y tomó asiento. La observé con más detalle. Sus ojos eran del mismo color. Antes de darme cuenta, nuestras miradas se cruzaron. Ella me ofreció una sonrisa tímida, que respondí con una leve inclinación de cabeza. Los platos ya estaban servidos.

Mi madre acarició mi cabello. —No te preocupes, ella es Mit. Su madre trabajará aquí desde hoy —señaló hacia la sirvienta—. Y ella es Ruth.

Mi padre apareció con un par de cubiertos en la mano. —No te preocupes, yo los colocaré. Por favor, siéntate.

—Gracias, señor —dijo Ruth con una reverencia antes de tomar asiento.

La familia estaba reunida y el desayuno servido. Probé el primer bocado y lo encontré delicioso. Miré a Ruth y me pregunté dónde estaría su esposo. Sentí una leve punzada de envidia. No le di más vueltas; tal vez la respuesta fuera complicada, como llevar a los hijos al trabajo. Lo sabía bien.

Tomé la cuchara de nuevo, algo avergonzado, y seguí comiendo.

- - -

Ya era de noche. Ruth, acompañada por su hija, ordenaba mi habitación, que estaba al lado de la de mis padres. Todo había pasado tan rápido que no lograba acostumbrarme.

—¿Voy a seguir compartiendo la habitación? —Mit se encontraba jugando con la esquina de su vestido.

—Solo por unos días —Ruth alisaba las sábanas—. Te lo prometo, pronto tendrás tu propio espacio.

Su hija asintió con la cabeza y el rostro sonrojado.

—No te preocupes, no te morderá —dijo su madre, riendo.

Yo me sentía incómodo. Esto me recordaba las escenas que vivía con mi hermana menor, y entendía lo extraño que era estar con alguien nuevo.

Ruth nos arropó, apagó la lámpara y cerró la puerta al salir. Ahora estábamos solos. Solo se oía la respiración de Mit. Sabía que su vida no sería fácil. Debería ser amable y comprensivo con ella.

Ella comenzó a susurrar.

—¿Conoces el reino de Lunin? —tenía las manos al rededor de mi oído. No supe qué responder. No lo conocía. No lo esperaba. Pasaron algunos minutos y, cuando me di cuenta, ella ya estaba dormida.

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Continuará...

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