Capitulo 7 Ojos Negros

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Cuando tenía veintidós años me gustaba estar con una chica de dieciséis que decía que podía sentir las emociones de los demás, tenía una increíble pasión por la lectura fantástica. Le gustaba leer las historias que escribía en aquel entonces. Escribía sobre Raziel: el arcángel de alas azules y su amada Freya: la guerrera que cuidaba las puertas del inframundo. De Axzel: el soldado con sangre de ángel caído, y sus hermanos Kalel y Yorel; Todos de Las Crónicas del Destino. A mis lectores, que en aquel entonces solo llegaba a un círculo de 15 personas que gracias al destino eran de diferentes países, les encantaba leerla, Fue así como conocí, a Brenda, y a Jorge.

A Ivanna la conocía desde mucho antes, pero solo de vista y uno que otro saludo, era la novia de Ricardo mi amigo y vecino. Pero empezamos a socializar más varios años después cuando gracias a Ricardo ella conoció mi historia, convirtiéndonos en muy buenos amigos. Me hablaba de sus sueños, de lo mucho que le gustaba bailar y me hablaba de las historias que ella también escribía. Su personaje principal era Leyla: el ángel caído que antes una vez fue un vampiro, reía escuchando lo cambiante que podía ser su manera de escribir. La hacía reír con las estupideces que decía y me gustaba mucho estar con ella, era como si... esta parte de mí que en aquel entonces no conocía, se aliviara con su presencia

Y ella podía notarlo

Nosotros no entendíamos que era los que nos sucedía.

Terminamos equivocándonos de emoción cuando un día terminó con Ricardo y yo estaba ahí para consolarla y...

Bueno...

Yo era ingenuo, algo inocente imprudente...

Y estúpido.

No sabía todo el mal que nos haría que yo tomara las decisiones erróneas y cometiera los actos equivocados, destruyendo la confianza, la amistad, y el cariño que le tenía.

Ese alivio que me encantaba sentir con su sola presencia.

Y llegó aquél día.

Ese día en el que con mi puño lleno de sangre, sudoroso y el corazón queriendo salir de mi pecho me di cuenta de lo que sentíamos, miré a Ivanna y en sus ojos podía ver el terror y el desprecio que sentía hacia mí, no se me ocurrió otra cosa más que correr, corrí todo lo que pude, pensé que había matado a Ricardo pero no era eso lo que me hacía huir, me alejé, porque no quería ver de nuevo esa mirada de desprecio de Ivanna. La gente me miraba a los ojos extrañados, algunos sorprendidos y otros con miedo. En algún momento de mi huida me detuve en una plaza y me senté en un banco, solo a pensar en lo que había pasado, no tenía idea que me estaba ocurriendo y por qué sentía tanta rabia dentro de mí. Tardé horas en recuperar la calma.

Las cosas empeoraron cuando tomé el valor de regresar y enfrentar lo que había hecho.

Mi familia no quería saber de mí.

Cuando me miraron hicieron lo mismo que Ivanna. "¡yo no quiero monstruos en mi casa!" gritó mi madre cuando regresé, me pidieron que me fuera, que yo no era su hijo, intuí que había matado a Ricardo así que simplemente fui a mi cuarto y tomé todo cuanto pude, mi dinero, el poco que había ahorrado, mis papeles importantes, algo de ropa, todo lo que pudiera meter en mi morral.

— ¡Lárgate de aquí maldito enfermo! —gritó mi hermano cuando estaba saliendo de mi habitación.

— ¿Que acaso no estás viendo? ¡Ya me voy!

"Enfermo" era la palabra que más usaba mi hermano para referirse a mí, me hacía hervir la sangre pero en ese momento lo hacía mucho más. Cuando salía al pasillo me empujó e hizo que tropezara con la pared, el golpe fue directo a mi cara, me rompí el labio inferior, fue tanta la rabia que sentí que lancé un gruñido al mismo tiempo que lo sujetaba de los hombros y me lanzaba sobre él, los dos entramos al baño y su cabeza se estrelló contra un espejo para luego caer al suelo, se incorporó muy enojado, caminé hacia él atraído por esa sensación y cuando intentó lanzar su primer golpe, la palma de mi mano toco su frente, mi hermano, fue tan rápido... tan efímero que mi hermano solo abrió los ojos de par en par, sus mano derecha estaba levantada pero de repente la dejó caer sin fuerzas, su piel se puso muy pálida y sus ojos se tornaron blancos, cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo tenía a mi mama y mi hermana encima de mí, me gritaban que lo soltara, yo parpadee y me fije en que los pies de mi hermano no tocaban el suelo, lo solté aterrado. Vi a mi hermano caer como un estropajo al piso, a mi hermana menor y a mi madre apartándome de él.

Devorador de Emociones [RESUBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora