La muerte es sádica: cuando más deseas su compañía, menos quiere presentarse.
Y aquí, nadando en esta oscuridad sofocante, anhelo conocerla.
Mi madre me espera con paciencia, guarda un bello espacio entre millones de estrellas solo para nosotros. Pero, si alguien impediría que falleciera prematuramente, sería ella. No importa cuánto alcohol bebí, ni cómo mi cuerpo se entumecía y crujía bajo la nieve fría, todavía sobreviví.
—¿Dominik está bien? —aquella voz repugnante, perteneciente al posible femicida que debo llamar padre, inunda el lugar.
—Siéntese, señor Evans —le responde una mujer. Por los extraños pitidos electrónicos, la superficie blanda que me rodea y ese olor característico a productos de limpieza, deduzco que estoy en el hospital.
Hubiese preferido yacer dentro de algún ataúd.
Muy pocas veces he recibido atención médica, la mayoría fueron controles rutinarios efectuados por pediatras cuya moral era fácilmente comprada. Ellos ignoraban cualquier moretón delator, curaban heridas sin atreverse a observar mis ojos suplicantes. Preservar el buen estatus social, junto al excelente sueldo mensual, les pareció más relevante que ayudarme. Patrick se aseguró de ocultar cuán violento podía llegar a ser con su único hijo.
Entonces aquel niño, inocente como un psicópata en potencia, fue normalizando la indiferencia constante.
Mierda, esta absurda autocompasión no servirá: tal vez el bastardo jodió mi percepción del mundo, pero apenas importa cuando yo hice lo mismo. También arruiné primeras experiencias, consumí esperanzas, ejercí violencia física y psicológica, destruí pertenencias ajenas, utilicé a otra maldita persona para desahogar mi frustración... ¿Qué me diferencia de él? ¿Sentir remordimiento, culpa? Nunca será suficiente.
Aaron Miller aún me odia.
El simple hecho es devastador, no logro asimilarlo. Punzadas agudas atraviesan mi pecho, termino mordiéndome los labios para soportar la sensación opresora. Desearía que fuese un infarto, pero sé qué (o quién) provoca este malestar. Ciertos ojos grises, repletos de ardiente emoción, inundan mi mente distorsionada. El cabello rubio, suave y voluminoso, enrollándose entre dedos escurridizos. Manos tibias, rozando la exquisita calidez, que me recorren con su descarado placer. Besos castos, abrazos eternos, tantas noches frías en nuestra amarga compañía. Y frases que prometían futuros alentadores, formadas por palabras demasiado dulces, aparentemente honestas.
¿Cuál era la necesidad de fingir amarme?
Cometí grandes errores, jamás debí ocultar que tenía recuerdos bloqueados (amnesia disociativa lo llamó su madre, Rebeca). Ni siquiera entendía la gravedad de mis acciones, o tal vez me negaba a comprenderlas. Cuando lo hice y esta terrible depresión empeoró, decidí ser egoísta. No buscaba que Aaron se vengara para aliviar su dolor, quería sufrir porque solo así me sentiría mejor. Es fácil convertirse en la víctima, toda persona decente empatiza con ella, pero es desgarrador saber que siempre fuiste el victimario.
Necesitaba redención.
Y él estaba allí, dispuesto a otorgarla.
Entonces algo cambió aquel rumbo turbio, una acción torpe e incoherente producida por enormes cantidades de alcohol: tuvimos sexo.
Desde allí, habiendo traspasado esa línea crucial, el caos se desató. Ninguno lo esperaba, fue jodido para ambos. Nuestra dinámica evolucionó, su rencor constante desaparecía con rapidez. Hubo discusiones complejas, recaídas tormentosas, confusiones y pánico, sin embargo también era visible el creciente afecto. Aaron Miller se preocupaba por mí. Empezaba a demostrarlo mientras los meses iban consumiéndose, no lograba predecir su próximo movimiento: caricias indiscretas al caer la noche, desayunos hechos con cariño, lecturas conjuntas. Cada detalle se volvió un suave respiro de aquella crueldad que nos rodeaba.
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Laguna Inestable |BL| ©
Mystery / ThrillerPlanear un asesinato tiene su complejidad, sobre todo si tu víctima es quien te dio la vida. Dicha complejidad aumenta cuando descubres que aquel amigo, el cual te trató horrible porque rechazaste sus avances amorosos, en realidad lo hizo bajo mani...