Capítulo 3

21.3K 2.4K 2.1K
                                    

A veces pienso que mi madre era como Guido Orefice.

Creaba fantasías, bellos espectáculos y elaborados escenarios, para protegerme. Contaba historias, fábulas magníficas, mientras el mundo caía sobre nuestras cabezas. Cuando Patrick celebró su cumpleaños número veinticinco, hizo una lujosa fiesta en nuestra antigua mansión. No recuerdo detalles, agradezco siquiera conservar escasas memorias de ese día, pero sé que algo grave ocurrió. Yo me hallaba escondido, suceso bastante común sabiendo cuánto detestaba el gentío fastidioso.

—Los extraños molestos al fin desaparecieron, pajarito. —Ella había caminado por la habitación infantil, dos platillos con diversos postres le oscilaban entre ambas manos. Inmediatamente noté el terrible moretón cubriendo su delicada mejilla.

Dolía tanto verla herida.

Suelo preguntarme cómo empezó, cuáles fueron los primeros golpes y humillaciones, qué le impidió huir lejos antes de embarazarse. ¿Estaba necesitando ayuda económica? ¿Patrick se comportó bien al principio? Tal vez ocultaba su naturaleza violenta para atraerla bajo engaños.

—¿Fue papá? ¿Te castigó? —cuestioné nervioso, aferrándome a las sábanas blancas que tapaban mi cuerpo—. No deberíamos mentirle, siempre lo descubre...

—Tranquilo —murmuró acercándose, aquel cabello ébano parecía resplandecer—. Actuaste perfecto, tu padre jamás se hubiese dado cuenta.

Olvidé cuál era la mentira.

Carece de importancia, probablemente buscaba evitarnos problemas. Él siempre odió que Elizabeth me permitiera faltar a los extravagantes eventos, pero tampoco la detenía; solo se quejaba, reprochando su debilidad por cumplir "caprichos estúpidos".

—¿Entonces qué ocurrió? —mis palabras apenas eran murmullos sibilantes, sentía ansiedad y preocupación nada sanas para alguien de cuatro años—. ¿Quién te lastimó, mami?

—¿Prometes guardar el secreto? —Levantó las cejas, expectante.

—Siempre —solté enseguida, asintiendo efusivamente.

—Excelente. —Me regaló una brillante sonrisa, sin prestarle atención al dolor que dicha acción le produjo, luego habló—: Resulta y acontece, mi estimado pajarito, que entre los invitados había un vampiro infiltrado —relata con seriedad —. Pero no bebía sangre ni comía carne, absorbía la energía de quienes estuvieran cerca, llevándose su vitalidad.

—¿Vitalidad? —Fruncí el ceño, confundido.

—Así es, significa que poco a poco apagaba cualquier chispa de alegría, dejándolos cansados y tristes. —Puso ambos platillos sobre la cama, entregándome varios postres mientras tomaba el suyo—. Ellos lo miraban con admiración, cegados por su belleza artificial.

—Tontos —resoplé.

—Muy tontos. —Le dio pequeños mordiscos al esponjoso dulce—. Sin embargo tu mamá es inteligente, vio cuáles intenciones tenía aquel monstruo.

—¿Lo enfrentaste? —balbuceé.

—Lamento decir que no, preferí correr hacia mi lugar seguro. —Lamió parte de su crema rosa, manchándose la pálida nariz —. Ya lo conoces, nuestro pequeño rincón en el jardín.

—¿Donde hay flores violetas?

—Sí, mis bellas dalias —suspiró—. Allí suelen descansar algunas hadas perezosas, duendes trabajadores y serpientes parlanchinas. Ellos descubrieron que el vampiro estaba buscándome, quisieron ayudarme sin dudarlo. Son buenos, pero tan amables como frágiles. No hubo mucho que pudieran hacer, debí luchar por mi cuenta. —Cerró los ojos durante segundos eternos—. Te seré honesta, perdí.

Laguna Inestable |BL| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora