Capítulo 12

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Los pasillos del instituto Delta, cuyas paredes blancas suelen estar cubiertas por carteleras con mensajes motivacionales baratos y simplistas, ahora se encuentran decoradas para la ocasión: San Valentín. Nada demasiado elaborado, no es como si cada rincón se ahogara en corazones dramáticos o colores pasteles, pero puede notarse un evidente cambio. Hay afiches nuevos cerca de las ventanas, anunciando que nuestra cafetería vende galletas tematizadas y bebidas acompañadas por frases cursis a solo un dólar. Siempre cometen la misma atrocidad empalagosa, año tras año. Bueno, al menos era lo que pensaba hace algún tiempo, sería hipócrita juzgarlos cuando tengo varias latas rosadas guardadas en mi mochila.

Aaron disfruta de estos cuestionables detalles, ¿cómo podría negárselos?

No quise comprar galletas por obvias razones, traen malos recuerdos para ambos. Tampoco deseo arruinar la frágil tranquilidad que estuvo envolviéndonos durante los últimos días, una semana entera. Es similar a pisar finas capas de hielo cubriendo lagos solitarios, con grietas errantes cuyo tamaño parece aumentar conforme pasa el tiempo: no puedes adivinar cuándo será demasiado peso, en qué momento caerás hasta ahogarte y conocer la fría oscuridad. Son mis propios pensamientos, por supuesto. Aaron solo ha sido atento, incluso complaciente, desde nuestra supuesta reconciliación. Continuamos reuniéndonos en secreto durante varias tardes, siempre precavidos ante cualquier mirada inquisitiva. Me ayudó a estudiar los temas más complejos de ciertas asignaturas, logré ponerme al día sin mucho esfuerzo; a su vez le fui entregando diversos apuntes que tomé para compensar las clases perdidas. También le permití conocer mi ya no tan nueva habitación (luego de haberla ordenado debidamente).

Todo se volvió intenso.

Ambos nos dejamos llevar por cada emoción reprimida, ninguno deseaba volver a la abstinencia otra vez. Aunque tuviera dudas tortuosas y la desconfianza todavía me acechaba, el cuerpo nunca sigue lógica alguna. Necesitaba su tacto, quería percibir el tentador sabor entre aquellas piernas sonrojadas, tragarlo. Anhelaba dejarme llevar por sus manos suaves, las mismas que recorrieron mis zonas más sensibles con indulgencia en incontables ocasiones. Y así lo hice, gocé del afecto que Aaron estaba brindándome, pero no fue suficiente. Solo dormir contra su apacible pecho podía enterrar cualquier incertidumbre, escuchar los latidos acelerados bajo mi oreja era capaz de permitirme un sueño agradable.

Las pesadillas se detuvieron.

Él no permaneció conmigo durante largas horas como hubiera deseado, tenía que irse mientras todos estaban acostados, así nadie lo descubriría. Sus atenciones también continuaron, cada mañana seguía recibiendo desayunos hechos por él mismo. Como debía quedarse en la mansión debido a la suspensión, tenía mucho tiempo libre para entregarme detalles (demasiados detalles). Cartas adornadas en exceso, bocetos tiernos sobre nosotros, bombones o cualquier otro tipo de golosinas escondidas entre mis cajones. Al principio lo disfruté, ser tratado tan bien y obtener toda su atención me hizo sentir muy especial, incluso si fuera producto de la evidente culpa que parecía consumirlo. Pero ahora es agobiante, molesto e irritante. Tal vez ni siquiera se trate de Aaron, la semana anterior ha sido un infierno y hoy apenas comienza una nueva. Tampoco es que deteste los lunes, sin embargo no poseo la energía necesaria para enfrentar más rostros expectantes ni miradas juzgadoras.

Comprar estas malditas latas generó susurros en toda la cafetería.

—¡Dominik, te busqué por todas partes! —Takara se detiene repentinamente junto a mí, tomándome de los hombros. No es la primera vez que aparece así, debería estar acostumbrado, pero aun así me asustó—. Ya no sé cómo lidiar con esos imbéciles, ¿cuándo van a olvidarlo? —Su respiración es irregular, parece no haberse peinado en varias décadas, incluso podría asegurar que sigue medio dormida. Ella solía amar despertarse temprano, cada mañana poseía demasiada energía, se la veía fresca y prolija.

Laguna Inestable |BL| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora