Capítulo 15

2.6K 292 156
                                    

Wilson, como era de esperar, termina cargando varias bolsas sin que se lo pida. Solo me permite agarrar una, ya traigo puesta mi mochila y eso le parece suficiente. La preocupación aparece al instante, escondida bajo cierta paranoia. Necesito pasar por cualquier otra puerta que no sea la entrada principal para evitar cruzarme con Patrick: él no solo sentirá molestia porque su chofer lleva mis cosas, también hará muchas preguntas. Aaron y yo compartimos talles similares, nuestros cuerpos tienen medidas bastante parecidas; si viera toda esa enorme cantidad de ropa podría argumentar que quise renovar el armario, pero aquel bastardo olería la mentira a kilómetros. Detesto comprar en tiendas físicas, prefiero hacer encargos online y usualmente llegan empaquetados, sellados.

Patrick notaría que este no es el caso, sería un dolor de cabeza soportarlo.

—El señor Evans se ha ido, vendrá pasada la medianoche —Wilson explica como si me hubiera leído los pensamientos, anticipando mis evidentes temores—. Rebeca prácticamente lo arrastró fuera de la mansión, le costó convencerlo; no parecía muy emocionado ni dispuesto, sin embargo accedió. —Luce tenso cuando las palabras abandonan sus finos labios, cierta expresión agridulce le oscurece el semblante normalmente amable—. Tendrán una cita encantadora.

—Vamos, sabes que es mentira —intento animarlo mientras avanzamos por el solitario vestíbulo, dirigiéndonos hacia las escaleras—. Ella lo odia.

Wilson se encuentra en una situación muy complicada.

Debe presenciar cada beso, caricia y demostración afectiva entre ellos, viendo cómo su interés amoroso es tocada por otro hombre. Tal vez incluso descubrió los moretones que ese monstruo le dejó hace un par de meses. Yo no podría tolerarlo, sería incapaz, querría golpearlo hasta quitarle la vida.

—Nunca diga eso en voz alta —me regaña enseguida, observando nuestro entorno con precaución—. Nadie aquí posee ningún cariño por su padre, pero tampoco es prudente confiarnos demasiado.

—Perdón —murmuro.

—Y entiendo lo que dice, sé cómo son las cosas —responde sin vacilación—. Además, el señor Evans aborrece estas fechas, lo ponen de mal humor.

—¿San Valentín? —cuestiono levantando ambas cejas, intrigado.

—No, su cumpleaños —corrige—. Suele aislarse los días previos, necesita estar solo.

—¿Por qué? —Frunzo el ceño, recordando aquellas grandes celebraciones que hacía cuando yo era niño, llenas de personas elegantes y música clásica. Mi memoria continúa siendo pésima, apenas consigo imaginarlas; pero los ostentosos salones, la exquisita comida y el increíblemente hermoso e irresistible pastel servido al final esclarecen mi visión—. Siempre me resultó extraño que no quisiera festejarlo más desde...

—Elizabeth —interrumpe.

—Sí, mamá falleció poco tiempo después. —Fuertes escalofríos recorren mi cuerpo, poniéndome rígido—. Es absurdo, se comporta como si le importara o sintiera remordimiento alguno. Todos sabemos que finge, hace una semana estaba diciendo, y cito sus repugnantes palabras, "el veintisiete de febrero se cumplen trece años desde que su cuerpo yace bajo tierra, pudriéndose" —espeto con veneno—. No le afecta una mierda, busca interpretar el mismo papel de viudo triste y lamentable cada maldito año.

—Ciertamente tiene la costumbre de aparentar ser algo que no es —murmura.

Hay algo extraño en su respuesta, como si hubiera querido decir otra cosa, pero eligió contenerse.

Un silencio inusual se instala entre nosotros, casi incómodo. Continuamos caminando, atravesamos los pulcros pasillos del ala oeste sin prisas. Toda la decoración es tan blanca y gris, colores que ni siquiera deberían llamarse así. Vacíos, fríos. Tantos meses viviendo aquí para que todavía luzca inhabitada, si no fuera por nuestros empleados domésticos, también estaría llena de polvo. El día que sea su único dueño, porque tarde o temprano ocurrirá, cambiaré cada mueble insípido y convertiré la mansión en un verdadero hogar.

Laguna Inestable |BL| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora