Capítulo 16

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Los latidos de mi acelerado corazón retumban bajo la caja torácica que apenas puede contenerlos, sintiéndose como agujas afiladas perforando aquella zona. Cada extremidad me tiembla visiblemente, sin embargo respiro hondo para calmar mis emociones desenfrenadas y solucionar el problema cuanto antes. Las hojas húmedas todavía luchan por seguir unidas mientras sus grietas carmesí se profundizan más. Observo el suéter verde oscuro de lana que llevo puesto, concentrándome en las mangas tejidas con gran detalle y cuidado. No hay tiempo. Sostengo el suave material entre estos malditos e inquietos dedos, extendiéndolo sobre la superficie contaminada por mi sangre fresca.

Funciona.

La prenda costosa absorbe el líquido, manchándose sin posibilidad de volver a su estado original, quedando arruinada. No podría importarme menos, lo más valioso se salvó: la libreta. También aprovecho para cubrir mi herida punzante y bastante profunda, luego de haber quitado dos o tres plásticos restantes, acto que me saca un jadeo adolorido. ¿Cómo demonios rompí el bolígrafo así? La respuesta aparece pocos segundos después, solo se necesita mirar hacia cualquiera de mis posesiones. Todas presumen una excelente calidad, pero ningún objeto soporta la presión constante que ejerzo sobre ellos cuando estoy nervioso o frustrado, acaban cediendo. Es como un vaso que, después de recibir con frecuencia tratos bruscos y violentos, se rompe solo al tocarlo.

Mi mente podría encajar en dicha comparación.

Sin perder más tiempo, rápidamente guardo la libreta donde pertenece, intentando hacer el menor ruido posible. Aaron continúa forcejeando mi puerta, los gritos desesperados paran (tal vez no quiere llamar la atención), pero son intercambiados por susurros angustiosos. Desearía tranquilizarlo, el problema es que sé cómo respondería, mi voz solo conseguiría preocuparlo aún más. Necesito calmarme antes de verlo.

Fingir no está saliendo nada bien, soy un jodido desastre.

Me quito el ya sudoroso suéter mientras camino hacia el armario, lo abro descuidadamente y tomo la primera camisa negra que veo, también oculto dicho suéter entre mi ropa limpia. Pretender lucir normal en una situación así es ilógico, Aaron notará que algo malo ocurrió, pero de todas formas arreglo los pequeños detalles incorrectos para hacerlo menos evidente. Junto cada plástico incriminador: algunos trozos se encuentran pegajosos por la sangre, otros tan filosos que, como si fuera un chiste inoportuno, cortan levemente la punta de mis dedos. Luego los suelto sin mucha delicadeza en la papelera casi llena, escondiéndolos bajo hojas arrugadas.

—No, no, no... —le escucho murmurar, su voz suena histéricamente contenida.

Me parte el corazón.

Percibo cómo se da la vuelta, grotescos ecos de pasos acelerados empiezan a inundar los amplios pasillos. Sin desear tenerlo más minutos en agonía, con la respiración acelerada y el miedo filtrándose por mis venas, abro la blanquecina puerta lentamente. El sutil, pero bastante delator, chirrido lo alerta al instante. Aaron detiene su precipitado caminar, regresando hacia mí con aquellos ojos grisáceos demasiado perdidos, aterrados. Hay lágrimas formándose sobre ellos, algunas parecen haber descendido por las mejillas ruborizadas.

Yo provoqué esto.

—Lo siento, me estaba cambiando —le miento rápidamente, avanzando en su dirección hasta quedar cara a cara. La culpa está allí, raspándome la garganta sin compasión, no obstante mantengo mis expresiones faciales lo más neutras y calmadas posibles.

—Tardaste mucho, pensé... —Aaron, cuyo rostro refleja tantas emociones apenas contenidas, acaba con nuestra escasa distancia. Sus brazos envuelven mi cintura bajo una inquietante violencia nacida del mismo horror, clavando varios dedos temblorosos en la fría piel como si temiera que fuera a desaparecer sin su feroz agarre—. Pensé que te había pasado algo malo.

Laguna Inestable |BL| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora