XI. CAMINOS DIFERENTES

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A partir de aquí nuestra historia toma un giro tal vez esperado, pues nuestros protagonistas tomarán distintos senderos.

Arturo, el mayor, estaba cansado de vivir encerrado en aquel monasterio, por ello, durante años, planeó su fuga...

-El día es hoy, ustedes tienen que vigilar que nadie me vea, y no se preocupen, que yo les juro que aquí no los dejo, volveré por ustedes-, decía con firme convicción Carlos Arturo Niño, el líder de la gallada, fuerte y noble, quien no se doblegaba ante nada.

-Más le vale que no nos deje aquí- sollozó Ricardito, el menor de ellos.

-Ah deje de llorar, si Arturo dice que vuelve, él vuelve- lo reprendió Antonio –Toño-.

De este modo, los tres hermanos se unieron en un abrazo que parecía interminable, y con lágrimas en los ojos, Arturo emprendió el camino hacia su libertad.

Carlos Arturo se fugó.

-¡Soy libre!- gritó Arturo, -al fin me liberé de tanta maricada, no se preocupen hermanos, que no los dejaré allá-.

Muchas travesías tuvo que pasar Arturo, siendo un muchacho buen mozo, moreno y de ojos verdes, atraía a muchas mujeres, pero también muchos problemas...

-Vea señor yo le lavo los carros, se los dejo como nuevos, deme el trabajo, no sea así- rogaba Arturo en una central de buses.

-¿Pero usted si sabe manejar?, no vaya a ser que me meta en líos con el jefe-

-Claro que sé manejar, si quiere le hago la prueba, pero ayúdeme-

-Ash, me convenció, el puesto es suyo-.

De este modo, Arturo trabajó durante unos meses manejando buses y carros, y así logró ahorrar algo de dinero para poder ir por sus hermanos, no sin antes meterse en líos, sin embrago, sobre eso leerán después.

Una vida normal (Opcional)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora