La Niebla de la Mente en la Oscuridad de los Propósitos

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Con el poder mantenemos una relación ambigua; sabemos que si no existieran autoridad nos comeríamos uno a los otros, pero nos gusta pensar que, si no existieran los gobiernos, los hombres se abrazarían.

Leonard Cohen (1934) Cantautor Canadiense 

Los rayos de la mañana impactaban en las casas de los barrios intermedios, alumbrando lentamente las vacías y tenebrosas calles de la ciudad. El puerto lentamente se llenaba de vida con los puestos de venta de mariscos, pescados y langostinos de todo tipo, tamaño y extrañeza.

Mientras la ciudad se despertaba debajo de la miasma, un puñado de sirvientes y sirvientas se encaminaba en los viejos túneles que eran vías de acceso antiguas que comunicaban con los barrios del primer nivel de la ciudad, que era conocida como la vieja ciudad o el casco antiguo.

Estos túneles eran usados para evacuar a los dirigentes de mayor importancia del momento y que lentamente habían quedado en desuso con la relativa paz que se acentuaba desde la última gran guerra entre las razas que dejo al borde de la extinción a múltiples facciones y pueblos.

La guerra de las lágrimas rojas fue conocida por aquellos que aún viven, después de unos trescientos años posteriormente de haber ocurrido, aún están presentes en las rasas más longevas o que sé allá contado en los libros de historia. Sus secuelas están presentes aún en este milenio, que se presentan de diferentes formas en las razas que participaron.

Esta ciudad, tan al norte cerca, del polo que comunica con el imperio, fue donde se dio la última vanguardia que puso fina a la guerra contra el enemigo que invadieron todo el viejo mundo y más allá.

La oscuridad del túnel lentamente fue remplazada por una tenue luz mañanera con olores de humo de las fábricas de embazado de productos en los puertos y los barcos a vapor que alimentaban sus calderas.

La ciudad portuaria se conocía por ser un lugar donde convergen productos y servicios de todo índoles de al rededor del viejo mundo. Los puertos eran la piedra angular de esta ciudad de donde entraban y salían grandes galeras.

Rellenas hasta arriba de mercancías valiosas como oro, plata, gemas preciosas y ceda, entre otros. Que lo hacían un punto tentador para los asaltos de piratas u hordas de bárbaros de más al norte.

En la oscuridad del túnel, Erlick caminaba a paso rápido, siendo escoltado por el puñado de sirvientes que lo sacaron de la mansión. Para protegerlo del inquisidor Tomás von Marburg quien había llegado a la ciudad para revisar como estaba funcionando y reclamar los impuestos para llevarlos a la ciudad. Y de paso ver si encontraba prospectos en la magia, para llevarlos al colegio de magia a la fuerza si es necesario.

—Joven maestro, si en grado caso algo sale mal y nos separamos, siga a los barrios bajos y encuentre el local que tenga de título "La cabaña del Sátiro".

—Entra y dile al portero "El final es el inicio, henos a las puertas del Estigia"

—Te dejará entrar y te resguardará en el peor de los casos, pero jamás accedas a que te lea las cartas por nada en el mundo.

—!! Entendido!!

—Erlick... Erlick... Erlick...

Los gritos de su nombre resonaron en la lejanía de su memoria, puesto que su conciencia y espíritu se doblegaron ante aquella imagen que se repetía una y otra vez en su mente, como si fuese real otra vez.

Un edificio derrumbado, ceniza por todas partes, los gritos de personas ensordecían su mente, la sangre brotaba de su frente por montones, su visión se hacía lentamente más borrosa mientras la sangre sé salía de su cuerpo y sentía mucho sueño y aquella perpetua noche lo abrigaba.

The Sword Warrior of DarknessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora