Capítulo XIX

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—Me pregunto qué te hizo para que hables de ella todo el tiempo.

Hillard bufó, como queja de que cada que está en sus actividades con James, este habla de Meli unas diez veces, once si está más feliz que de costumbre.

James sonrió. Repuso su postura y tomó el arco, Hillard estaba al pendiente de que no le ganen.

—Es la mejor persona, sencilla, amable, con carácter fuerte y divertida.

—Tienes suerte de que te deje ver esa parte de ella, hasta donde la conozco, siempre mantiene una enorme seriedad y sonríe cuando cree que es necesario.

Un sonido seco alteró a hillard, la flecha de su amigo había caído cerca del blanco, hasta ese momento James llevaba ventaja. 

—¿Ves? Suena perfecta en boca de otros.

Cedió el arco al duque mientras este lanzaba gritos internos tras haberle ganado, James tomó su lugar a un lado de él, apoyado de un árbol.

—Entonces, ¿Cuando piensas casarte con
ella? — preguntó de golpe.

El joven de ojos grisáceos se tambaleó por unos segundos, carraspeó y se revolvió su hermoso cabello, preparandose para dar una respuesta.

—No es tan fácil como suena, el barón nos hizo una mala jugada. Ofreció realizar la ceremonia junto con la de Meli y el príncipe Phillip.

—Talvez el ya sepa de su romance, ¿Podría ser posible? 

Supone hillard, tras hacer un canto victorioso por ganarle a James nuevamente. 

—De ser así ya nos abría arruinado los planes.

Ambos se sientan pensativos en el banco.

—Vaya, tu vida es como una novela romántica, ambos sufren por querer estar juntos, sus padres se oponen y ellos tienen la necesidad de escaparse y empezar una nueva vida…

Expresa el duque haciendo expresiones exageradas y un tanto divertidas.

—¿Pero qué dices? Eres muy fan de esas novelas, ¿No es así?— ríe.

—¿Qué esperabas? Nadie sabrá que este hombre rudo, echo y derecho es fan de las novelas románticas.

Hillard hace poses mostrando sus bíceps, su abdomen marcado y sus glúteos.

James explota de risa, mientras el otro sigue realizando poses frente a una audiencia imaginaria.

—Su majestad, la señorita Phoebe vino a verlo.

Le dijo su mayordomo. Interrumpiendo la sesión de Hillard.

El mensajero se retiró tras recibir la orden de James, su amigo de ojos Hazel se acomodó la ropa y caminó junto a el príncipe.

—Qué raro, siempre es al revés— susurró.

—No sé que hacer con ella, evade mi espacio personal.

—Amigo, mis condolencias. Mejor ve pensando cuando decirle al mundo con quién verdaderamente te quieres casar.

—Bueno, te dejo. Iré a ver qué es lo que desea.

—suerte amigo, me quedaré aquí mientras mi padre decide dejar de jugar con el tuyo.

—¿Aún compiten por saber quién es el más fuerte? 

—Temo que sí, era de esperarse.

Ambos rodaron los ojos, aunque no es de quejarse porque ellos hacen lo mismo, competir.

El príncipe hizo resonar sus pasos en los pasillos del castillo, muchas cosas en su cabeza pero un solo objetivo. Ya no sabría cuántas veces decirle a la señorita Phoebe que no desea tenerla a su lado, de lo contrario cada vez que se lo recuerda ella parece estar más apegada a él. 

Entre la lejanía veía una figura conocida, esa figura esbelta, alta y buen porte, no es de negarse, Phoebe era realmente bella, pero no es a quien quiere. 

Portaba un vestido color menta, poco menos voluminoso que los de una princesa, poco el se ha fijado en el buen gusto que lleva, al contrario de la princesa Sameliee, no es que ella lleve colores horrorosos, sino que Phoebe siempre usa colores serios y Meli colores llamativos y tonos pastel.

—Señorita Phoebe. Bienvenida.

—Príncipe James, imaginé que negaría verme. Sinceramente tenía pocas esperanzas.

La señorita de cabello cobrizo caminó hacia James lentamente con los brazos cruzados, parecía tener una actitud bastante adecuada, mejor que las otras veces. 

—No veo necesario evitarla, la vería de todos modos. 

Phoebe muestra una sonrisa un tanto insatisfecha, no era la respuesta que quería pero tampoco pudo esperar mucho.

—Bueno, estoy muy emocionada por unir nuestras vidas— toma del brazo a James— Ya quiero ver los rostros de ciertas personas al saber que yo seré la madre de tus hijos.

—¿Eso es lo único que te importa? 

Esa pregunta pareció explotarle su burbuja de ilusiones, borró su sonrisa y frunció los labios, miles de cosas le habría dicho pero era mejor guardarlo, le convenía hacerlo.

—A estas alturas, temo que sí. Sé que no quieres estar conmigo pero nuestros destinos fueron sellados desde tiempos remotos. Te guste o no, te casarás conmigo.

La decepcionaba el hecho de no casarse con alguien quien la presuma ante sus conocidos, alguien que le tome importancia a sus pequeños esfuerzos, pero le reconfortaba saber que haría pedazos a la princesa Kalon.

—La veo bastante convencida.

Ella lo miró irritada, cualquiera que pasara por ahí y la viera se daría cuenta que retiene su molestia, sin embargo lo trataba de disimular.

—No vine con intenciones de discutir,—relajó el ceño— quiero que tengas en cuenta que muy pronto nuestras vidas ya no serán las mismas, sólo piénsalo, todo, todo, cambiará.

Susurró las últimas palabras sonriendo con malicia al final.

—Ya basta, ¿Veniste a hablar sobre eso solamente? Si es así ya te puedes retirar. Tengo otra visita que atender.

Phoebe se dió la vuelta y lo miró sobre su hombro.

—Nos vemos pronto, príncipe James.

Sin esperar respuesta se marchó, su carruaje la esperaba en la entrada del castillo, con su padre aguardando.

Sólo al subirse, el carruaje se puso en marcha.

—Pareces disgustada. 

—No logro hacer que se olvide de ella. Está por arruinar nuestros planes.

El barón Charles le extiende una copa de sus mejores vinos, ella no duda en aceptarlo, tomarlo le sirve de desahogo.

—Entiendo, el romance que tienen ellos nos dejaría en la ruina, sus majestades no van a tolerarlo.

—Aún no les digas, es mejor que pongamos nuestra idea en marcha antes de que sea demasiado tarde.

El barón sonrió guasón, levantó su copa y dijo:

—Pon tu mejor vestido querida, mañana te aseguro que será el día más feliz de nuestras vidas y nuestros problemas se acabarán. 

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