Narra Harry.
La oficina de aquel lugar se sentía muy fría. Louis no había mencionado palabra alguna desde que terminados la ducha con un orgasmo.
A veces la vida me hacía sentir como un miserable, me dolía todo el cuerpo y lo único que podía imaginar era una gran dosis de heroína que calmara mi dolor.
Louis era una especie de heroína. Me tranquilizaba, me relajaba y al tenerlo, me olvidaba de cualquier demonio que atormentaba mis adentros. Pero eso ocurría algunas veces, otras sólo sentía la necesidad de gritarle, de maltratarlo y de reprocharle todo el daño que me había hecho.
La verdad yo era un maldito egoísta. Cuando Louis se fue, no hizo daño más que a unas cuantas personas, sin embargo, el daño que yo había hecho era mucho más grande a cualquier daño que alguien de mi edad podía hacer.
No me atrevía a mirarle los ojos. No quería demostrarle lo mucho que él me debilitaba.
Piensas y tratas de encontrar alguna explicación...sin embargo todo te recuerda a la realidad, la verdad era que lo que yo sentía por él no era algo común. No había palabras para describir lo enfermo, lo insano que sentía ese sentimiento.
Quería vomitar el amor, quería arrancármelo de la piel, justo de la manera en la que me había arrancado el triángulo que significaba nuestro amor. Quería molerlo a golpes para así estar seguro de que él había dejado de existir.
Piensas y tratas de entender... ¿Cómo es que alguien tan maldito como yo, podía merecer algo tan puro como él? Yo no me merecía el amor de nadie... Tal vez por eso lo amaba tanto, porque a pesar de no merecer su amor, él me seguía amando.
Me encontraba entre dos espejos que no reflejan lo mismo, que reflejan mentiras y verdades como si fuesen charcos de sangre y lodo. Me reflejan tras un demonio tan atroz, tan temido y tan poco importante a la vez, que también era el más encantador, el más querido y el más irrespetuoso. Louis.
Él me había estado matando de una manera lenta y dulce... Justo como la droga. El amor es eso, algo destructivo, como un huracán, se lleva todo a su paso y te deja con los restos de algo que por más que trates de reparar, después de un tiempo te das cuenta que todo ha terminado y que de alguna manera, tú tienes que aceptarlo.
Hace mucho tiempo que había comprendido que el "para siempre" no era más que una estúpida frase de ficción.
Estábamos en el horrible lugar en donde Louis había bailado días antes. Esperábamos a Dustin, su secretaria había salido a buscarlo entre la discoteca.
Louis se encontraba a en silencio, movía sus piernas nervioso y evitaba mirarme. Me acerqué un poco más a él y lo abracé colocando mi brazo encima de sus hombros. Me miró y me dio una sonrisa.
Bajé la mirada, él era mi estúpida vida, en realidad era lo que más deseaba, era lo que necesitaba para estar bien. Era la única razón por la cual me mantenía con vida.
-¿Qué ocurre?- pregunté después de unos largos segundos de observarlo.
Él bajo la mirada y sonrió negando con la cabeza. -nada, no ocurre nada Harry.- sentía sus mentiras colarse por mis huesos y rasparlos de una manera agresiva.
En realidad, no eran las mentiras lo que me molestaba. Era la forma en la que la realidad era negada.
-si no te ocurre nada ¿por qué luces tan nervioso?